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El fin del contenedor verde de basura

El sistema puerta a puerta ya se está implantando con éxito en las ciudades más sostenibles de Cataluña, País Vasco o Baleares y ya empieza a dar beneficios ambientales.

Por Ricardo Gamaza

Un español produce al año más de media tonelada de basura. Gestionar esa inmensa cantidad de residuos sólidos es tal vez uno de los problemas más complejos a los que se enfrentan las ciudades. El desconocimiento del proceso que siguen los residuos y la visualización por parte de un ciudadano de a pie de lo que produce en términos de basura, acarrean una falta de motivación social para tratar de reducir ese volumen de residuos. La responsabilidad del ciudadano acaba cuando arroja su bolsa de basura al contenedor verde.

La tasa de basura que se paga en la mayoría de los ayuntamientos, además, no está asociada al volumen real de producción de residuos de cada hogar. Los que separan sus residuos y los arrojan a los contenedores correspondientes para su reciclaje pagan lo mismo que los que no reciclan nada.

Sin conocer el problema social y logístico que originan nuestros residuos y sin que ello repercuta en nuestra economía familiar, el reciclaje depende de lo que logren calar en la conciencia de cada ciudadano las campañas de los diversos Sistemas Integrados de Gestión (las entidades sin ánimo de lucro que se encargan de poner contenedores de colores en lugares cada vez más cercanos a los consumidores).

La Directiva 2008/98/CE del Parlamento Europeo y del Consejo sobre Residuos -la Directiva Marco sobre Resíduos- no obliga a marcar la trazabilidad de estas basuras, es decir, el camino que recorre desde que se genera por el ciudadano hasta que se elimina.

Básicamente, para los residuos urbanos hay dos fases claramente diferentes: la recogida y transporte y, en segundo lugar, el tratamiento y eliminación. En la primera fase es donde se ha dado de lado la concienciación ciudadana. Una vez se tiran las bolsas de basura en el contenedor, el ciudadano se olvida de su papel protagonista en la generación de montañas de basura.

El anonimato

Tengamos en cuenta que el anonimato que le permite hacer acopio de basura con sus vecinos en un contenedor hace que tampoco se tenga que preocupar por seleccionar y separar sus residuos o por intentar reducir la cantidad de basura que produce.

Pero tampoco hay que olvidar qué pasa después. El otro gran problema es quien y cómo gestiona esos residuos una vez que han llegado a los contenedores. Este servicio ciudadano de competencia municipal (es decir, que deben ofrecerlo los ayuntamientos) recae en empresas públicas o en mancomunidades en las que varios Ayuntamientos se unen para llevar a cabo la recogida de basuras. A cambio, el ciudadano paga una tasa que suele calcularse teniendo en cuenta ciertas variables, siendo la más común el tamaño de la vivienda o el número de personas que residen en ella.

Las empresas no se mueven por objetivos (a más cantidad reciclada más beneficio), sino que lo hacen desde un punto de vista de objetivos mínimos. Así, a veces las empresas mancomunadas no prestan de manera diaria el servicio (porque el servicio resultaría deficitario) y es habitual que el consumidor encuentre acopios de residuos rodeando a los contenedores, si la empresa ha calculado mal la frecuencia de recogida.

La incompetencia en el servicio puede incluso ir más allá y llegar a ofrecerle al usuario un número de teléfono para que avise cuando ve llenos los contenedores de su calle. El problema es más grave cuando además los que prestan el servicio quieren hacer caja a través de números 902, cuya tarificación no es gratuita, como hace la Mancomunidad del Guadalquivir (según puede verse en sus contenedores de papel y cartón).

Aparte de esas vías irregulares de ingresos, las empresas que se dedican a la retirada de residuos hacen caja de dos maneras distintas: una con la tasa de retirada de residuos que se cobra a los consumidores; y otra, a través de la venta del material susceptible de ser reciclado (papel, cartón, vidrio y plásticos) a empresas que compran esos desechos para reciclarlos y devolverlos al circuito del consumo.

Obviamente, donde mejores cifras hay de reciclaje es en aquellos residuos donde el precio de esa basura vendida como materia prima obtiene mejor precio (el vidrio fundamentalmente). La basura orgánica, sin embargo, que es la que más problemas ambientales podría causar, dado que su reconversión sólo puede ser para producir compost, es la que menos se reduce. Sin embargo, la fermentación de la basura orgánica acarrea nuevos problemas ecológicos como la producción de metano y gases de efecto invernadero. El problema es que, como materia prima, es poco rentable. Sin embargo de nuestra basura, de toda, se estima que el 90 por ciento se podría reciclar.

El contenedor verde, que permite el anonimato total de la bolsa de la basura, no es la única forma de gestionar los residuos. El llamado puerta a puerta es un sistema que ya se está dando a valer en ciudades de Cataluña, País Vasco o Baleares y que empieza a dar beneficios ambientales: se recicla más y, lo que es aún mejor: se reduce la generación de residuos. Un 15% menos es lo que han reducido en el volumen total de basuras el centenar de municipios catalanes que empezó a aplicar este sistema hace más de cinco años.

Cada día, un residuo

En la recogida de basura puerta a puerta el sistema es sencillo: cada uno pone su bolsa en la puerta de su casa. Un día para cada tipo de residuo. Según indique el Ayuntamiento en cada caso, los camiones de basura pasan a recoger un día papel y cartón, otro envases; al siguiente materia orgánica y otro día más para residuos no aprovechables. Los consumidores entran así en la nueva rutina casera de separar sus residuos.

Los residuos no entregados correctamente no son recogidos y de este modo se facilita al máximo la separación en origen y se minimizan las actitudes poco participativas y a menudo incívicas. El sistema también repercute en un beneficio indirecto en espacio público y muy especialmente en limpieza de las calles. "Como consecuencia, -explican en Ecologistas en Acción- la recogida puerta a puerta obtiene unos niveles de participación muy elevados y unos resultados cuantitativos y cualitativos muy importantes con porcentajes de material reciclado de los residuos sólidos municipales de entre el 60 y 80 por ciento".

Los detractores de esta forma de gestionar los residuos dicen que los costes se disparan para los municipios que tengan más de 20.000 habitantes. Sin embargo, grandes ciudades como Bruselas o Milán usan este sistema de recogida de residuos de manera exitosa. De hecho Bélgica es el país europeo con mayores tasas de reciclaje de envases (más de un 80 por ciento).

Desde un punto de vista económico, explica Ecologistas en Acción, "también se demuestra que la recogida puerta a puerta no es más cara que una recogida de las mismas características realizada con contenedores en la vía pública, y llegará a ser más económica si se van modificando al alza los precios de los tratamientos finalistas, vertedero e incineración".

La opinión de la organización ecologista además se refrenda por estudios como el realizado por la Agencia Catalana de Residuos, que ha estimado que la recogida puerta a puerta tiene un coste de 68,4 euros por habitante, frente a los 69,4 euros que cuesta mantener el sistema de basuras con contenedores.

Para las ciudades sostenibles, el primer paso es cambiar la logística en la que se recoge la basura. Pero a este debe seguir otro más complejo que aún no se lleva a cabo: medir la cantidad de basura que genera cada hogar para que la gestión de la basura de una ciudad se pague de manera proporcional a los que más producen.

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Ricardo Gamaza es periodista y divulgador agroambiental.

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