Desde hace varios años las instituciones europeas y su proceso de integración han sido el blanco de furibundas críticas que aventuraban el fin de su existencia y la desaparición de su moneda única, el euro.
Es innegable que en los últimos tiempos han crecido los problemas internos y externos de la Unión Europea, y sus tradicionales enemigos los han aprovechado para evitar su creciente éxito, después de 60 años desde su fundación. La UE ha tenido enemigos desde su nacimiento, y algunos de ellos se infiltraron cual "caballo de Troya", en palabras del presidente francés Charles De Gaulle.
En una entrevista a Wirtschaft Woche, el financiero de origen húngaro George Soros subrayaba una supuesta declaración de la canciller alemana Angela Merkel en el sentido de que "the EU is on the verge of collapse" ("la UE está al borde del colapso"), confundiendo la realidad con su deseo.
La historia es bien distinta y hay que recordarla. El 25 de marzo de 1957, seis países europeos acordaron firmar dos tratados: el Tratado constitutivo de la Comunidad Económica Europea (CEE) y el Tratado constitutivo de la Comunidad Europea de la Energía Atómica (Euratom). Estos tratados también se conocen como los Tratados de Roma. La CEE se convirtió en la actual Unión Europea (UE) con 28 Estados miembros, después de cinco ampliaciones.
El mercado común
La iniciativa de Francia, Alemania, Italia, Países Bajos, Bélgica y Luxemburgo de establecer un mercado común fue un gran éxito. El objetivo era lograr la integración de Europa y poner fin a la sangrienta confrontación entre las potencias europeas. Sesenta años después de este acontecimiento, la UE se enfrenta a varios desafíos para su supervivencia, como sucedió con la Unión Americana y la Unión Soviética.
La integración europea fue un proceso de stop-and-go, pero como pensaba Jean Monnet, la guerra fría había surgido por la competición entre los dos grandes en Europa, ya que la Europa dividida era para ellos un botín. La tensión quedaría atenuada fomentando la unidad europea.
Bajo la presión de los euroescépticos, el primer ministro británico David Cameron convocó un referéndum. El 23 de junio de 2016 sólo el 51,9% votó abandonar la UE frente al 48,1%, que votó a favor de permanecer en ella. La mayoría de los escoceses y galeses se opusieron a la salida de la Unión. Tras este resultado, Cameron fue reemplazado por Theresa May para gestionar el Brexit.
Debido a la guerra civil en Siria y al caos en los países árabes del norte de África causado por la intervención occidental, especialmente de EEUU, Reino Unido, Italia y Francia, surgió una oleada masiva de refugiados hacia la UE y el colapso en algunos Estados miembros que no supieron gestionar la situación. Esta circunstancia alentó a los partidos políticos de derechas y nacionalistas para combatir las políticas oficiales. Las encuestas sobre las próximas elecciones muestran una victoria para los nacionalistas y el debilitamiento de los partidos tradicionales.
Esto sucedía cuando la crisis financiera global aún no había terminado y la crisis de la deuda en Grecia provocó importantes turbulencias en la zona euro. Las decisiones adoptadas en Bruselas por la Comisión Europea y en Francfort por el Banco Central Europeo no fueron bien recibidas por los ciudadanos europeos que sufrieron duras políticas de austeridad económica y social que aumentaron el desempleo y empeoraron sus condiciones de vida en algunos países como España, Grecia e Italia.
Atentados terroristas
Los ataques terroristas en París, Bruselas, Niza y otras ciudades europeas completaron este siniestro panorama. Además, la UE escogió el camino equivocado en la crisis ucraniana y adoptó una política de confrontación con Rusia por su sometimiento a Estados Unidos y a la OTAN.
En 2017 se celebrarán elecciones en Francia, Alemania, Holanda, Italia, Hungría, Eslovenia y la República Checa. Estos comicios serán una oportunidad para los partidos antisistema y ultranacionalistas, que aprovecharán el descontento de la población, principalmente por el aumento de los casos de corrupción donde los políticos están involucrados. Algunos partidos europeos extremistas observan a Donald Trump como un modelo a seguir.
La Unión Europea es una historia de integración continental, siguiendo el modelo de Robert Schuman que la comparaba con las diversas fases de un misil. A pesar de los grandes desafíos, la UE es una realidad que hace 60 años dejó de ser un proyecto, con más de 500 millones de habitantes, la primera potencia comercial mundial, el bloque más activo en la ayuda al Tercer mundo y ha logrado situar a Europa en el más alto ranking en el estado de bienestar, en la lucha por las libertades públicas y derechos humanos y en la mejora de los derechos individuales, incluidos los derechos de los consumidores.
Es verdad que sus instituciones no siempre han actuado con diligencia en combatir los monopolios, el apoyo a la lucha contra la corrupción y en la convergencia democrática con sus ciudadanos. También merece críticas por el exceso de regulación y control de actividades que afectan a las libertades individuales, a las transacciones bancarias y a la protección de sus derechos frente a oligopolios y monopolios.
Sin embargo, si no existiera la UE no habría movilidad en el territorio Schengen ni existiría la zona Euro con una moneda única que facilita la vida de ciudadanos y empresas, ni habría prosperado la defensa de los derechos de los consumidores en situaciones de legislaciones abusivas y malas prácticas de algunos operadores económicos, como es público y notorio.
El futuro de la UE
Está claro que la UE no está al borde del colapso, que se fortalecerá tras la crisis económico-financiera y del Brexit, que el euro seguirá siendo una divisa global fuerte y que otros países europeos solicitarán su adhesión a la Unión, incluyendo una Escocia y un País de Gales independientes si el Gobierno de Londres no da marcha atrás en su equivocada política secesionista.
Pero, ante todo, la UE debe superar una crisis interna de liderazgo y adoptar una política independiente de los grandes bloques y de la OTAN, construyendo su propia organización de defensa para dejar de estar al servicio de intereses lejanos, defendidos por James Mattis, responsable del Pentágono, y Jens Stoltenberg, secretario general de la OTAN al servicio del primero. La presidencia de Donald Trump, con un futuro incierto, no debe significar ningún obstáculo para asegurar el futuro de la Unión y la unidad de Europa, cuya prioridad debe ser la paz, el bienestar de los ciudadanos y la lucha contra la creciente desigualdad social, origen de los movimientos contestatarios.
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Carlos Puente Martín es economista, abogado y miembro de la Junta Directiva de FACUA.