Carolina del Olmo (Madrid, 1974) se dedicaba a los estudios urbanos y la crítica cultural hasta que, en 2009, nació su primer hijo. Entonces, las investigaciones de esta licenciada en Filosofía por la Universidad Complutense de Madrid giraron hacia la maternidad, fundamentalmente a su aspecto sociológico. Sus estudios quedaron plasmados en el libro Dónde está mi tribu (Clave Intelectual, 2013), que lleva ya nueve ediciones y se ha convertido, cinco años después, en una referencia que pasa de mano en mano entre madres y padres recientes que buscan cómo encajar todo lo que están viviendo. Una experiencia común, tan antigua como la humanidad, que se vive hoy de espaldas a la naturaleza desvalida y dependiente de los cuidados que en realidad nos define como especie. En un momento en el que se discute sobre la idoneidad de ampliar los permisos de paternidad, Carolina del Olmo plantea otras claves para una conciliación real que ponga los cuidados, y no el mercado, en el centro de la vida de las personas.
El libro Dónde está mi tribu cuestiona el sistema actual que hace a los padres y madres vivir la maternidad y crianza desbordados y en soledad. ¿Qué te llevó a escribirlo, si supuestamente vivimos en la era de la comunicación y supuestamente lo que sobra es información?
Lo que más me pinchó para escribir este libro fue, por un lado, ese descubrimiento de la soledad, que no me la esperaba porque pensaba que la pequeña familia nuclear moderna era el entorno adecuado para criar a un hijo, y que se bastaba y se sobraba, y me sorprendió mucho descubrir lo poco eficaz que es como célula de cuidados. Por otro lado, también lo digo en el libro, el desconcierto y hasta el cabreo con los libros de expertos y lo que te van recomendando, sobre todo con lo poco comprensivos que son las quejas o las demandas de las madres y en cambio lo dogmáticos y molestones que son para otras cosas.
En cuanto a la soledad en la crianza, es curioso que cada vez se habla más de ello y por lo tanto cada vez tendría que sorprender menos. Pero lo que es llamativo es que aunque te lo digan, o aunque lo sepas, no tienes mucho que hacer, lo sigues descubriendo en tus carnes, porque efectivamente qué vamos a hacer para evitarlo… O buscas una solución un poco drástica, como mudarte a una eco-aldea o a un espacio de crianza comunitaria, o realmente tienes poco que hacer…
Sobre todo porque una de las cosas de las que hablas en tu libro es que las relaciones que establecemos son muy superficiales y que los padres y madres tienen muy poca ayuda real para el día a día. Planteas varios modelos de familia, e incluso para aquellas que consideran que tienen un entorno relativamente comprometido, luego cada quien está luchando su guerra y en la práctica te sigues viendo sola…
Claro, es que en realidad, lo único que creo que puede paliar esa soledad es una madre o una suegra de esas que están a tu lado todo el rato, pero claro, esto no es exactamente el ideal tampoco. Lo que se necesita no es tanto un poco de compañía puntual, o salir a dar un paseo con alguien, hombre, todo eso, mejora la experiencia comparado con el encierro o la soledad total, cualquier apoyo o desahogo es muy bueno, pero claro, lo que yo creo que nos hace falta es algo mucho más denso: que es simplemente reconocer que la especie humana es de crianza cooperativa, que es una completa exoticidad intentar criar a un bebé en un marco tan pequeño. Los bebés tienen que ir de mano en mano, y las madres tienen que estar súper sostenidas al principio. Es así como funciona, no tiene sentido estar todo el día tratando de dejar al bebé en un carrito para ir a ducharte, o para ir a lavarte los dientes, es que no tiene ninguna lógica.
Además hay una cuestión que se plantea en el libro que, por un lado parece muy obvia, pero al mismo tiempo, resulta muy revolucionaria porque nadie lo dice, que es esta cosa de que crecemos en la idea de que somos autosuficientes, fuertes y autónomos, y que tenemos que tender a serlo, cuando en realidad somos seres que todo el tiempo necesitamos de cuidados. Y esto está completamente invisibilizado, incluso se niega…
Totalmente. Vivimos una ficción constante de autonomía de la que cuesta salir y se sigue considerando que reconocer dependencias es como un defecto, una minusvalía casi, no eres una persona enteramente desarrollada si reconoces que sin alguien no eres nadie. Yo creo que esto es un problema de todo nuestro medio ambiente ideológico, muy reforzado por nuestro sistema económico y material, porque también todo conspira para que lo que no cuenta económicamente no aparezca.
Pero más allá de lo económico y de la prioridad máxima que es el mercado, también es todo un sistema ideológico, filosófico y sociológico el que tenemos ahí. En filosofía, realmente, todo empieza con el individuo, que razona, que nota la ley moral en su corazón… Y el individuo digo yo que antes sería un bebé, que alguien le habrá cuidado, y habrá aprendido los valores de alguien… En fin, que es todo bastante chiflado si te paras a pensarlo, cómo se ha ido configurando todo y cómo se han ido sedimentando estos conocimientos.
En relación con esto, incluso desde el feminismo o desde la izquierda se obvia la existencia del sostén que ofrece la familia. Me llama la atención de tu libro que reivindiques la familia y el compromiso que una pareja establece para la crianza de los hijos frente a la idea del amor romántico que se termina. ¿Por qué crees que se ha abandonado desde el feminismo y también desde la izquierda la importancia de defender la familia (como unidad o necesidad, no un modelo específico de familia)?
Yo creo que esto es una situación un poco lamentable que tenemos que intentar revertir como sea. Creo que le hemos regalado a los conservadores, o a la derecha, todo un ámbito que hemos hecho muy mal en renunciar a él, parece que ellos son los únicos que defienden la familia, y en realidad no la defienden para nada, sólo defienden ciertas cosas… La izquierda, en cambio, se supone que ataca las relaciones de poder dentro de la familia. Que es verdad, que evidentemente la familia también ha sido un ámbito de dominación que ya era hora que se marcaran y se luchara contra ellas, pero hay muchos modelos de familia.
Lo de la izquierda es reconocer la diversidad, las relaciones de poder y punto, y lo que se nos escapa es que dependemos de esta forma de vida que es la familia. No hemos encontrado otra que pueda sustituirla hasta ahora, que a lo mejor podemos imaginar otra mejor, pero mientras tanto, vamos a intentar defender lo que hay, rearmarlo, reorganizarlo, hablar de ello y convertirlo en un tema de prioridad.
En España, por ejemplo, en términos de políticas públicas tenemos una miseria de estado de bienestar en políticas familiares, no hay nada prácticamente. El único apoyo a la maternidad que hay está vinculado al empleo, deducciones para madres trabajadoras, permisos para madres que han cotizado, pero realmente hemos avanzado súper poco en ese sentido. Yo creo que es casi fruto de un error, nos hemos instalado en que lo feminista, lo progre y lo guay era apartar esto del camino e ir para otro lado y es un error que nos está costando muy caro.
Me llama mucho la atención esta idea del libro de que hay una generación, que ahora son padres, criadas desde su nacimiento en el consumismo, el hiperindividualismo y el hedonismo y que en ese modelo (el capitalista) no encaja bien el nacimiento de niños por el compromiso y la renuncia que exige... Sin embargo, a veces se tiene también la sensación de que tener un hijo se ha convertido casi también en un artículo de consumo y que no se piensa bien lo que implica, ¿no te parece?
Sí y no, yo creo que hay algo de maternidad narcisista, esa gente que lo tiene todo y cree que va a autorrealizarse más con un bebé, pero creo que es un problema menor, no sé. Estoy leyendo un libro sobre nuevos modelos de familia y habla de las madres solas por elección y menciona el ataque de la prensa anglosajona -creo que en España esto no lo hemos vivido- a las madres solas porque son egoístas y consumistas, que ahora se han cansado de hacer pilates y comprar bolsos y quieren un bebé. Y me pareció tan falso y tan cruel, cuando lo habitual es que sean mujeres que han llegado al final de su edad reproductiva y que tienen un enorme deseo maternal, que a lo mejor es un deseo que no sabemos expresar bien, a lo mejor no estamos preparados para reconocerlo…
Normalmente las mujeres de nuestra generación, ya con cierta formación en feminismo y muy convencidas de que somos libres y autónomas y todo esto, están en muy mala situación para reconocer el deseo de la maternidad o ese algo que notas que te lleva a querer ser madre. A mí me gusta mucho la frase de una feminista francesa, Yvonne Knibiehler que dice que prácticamente lo que la disponibilidad que los métodos anticonceptivos han revelado es el enorme deseo de ser madre. Nos hemos convencido de que para ser una mujer plena y feliz no hace falta ser madre, que es un avance y está muy bien, pero nos hemos quedado un poco descolocadas. No tienes herramientas para encajar ese deseo de maternidad en tu esquema de progresismo por eso, por lo que hablábamos al principio, porque es un campo que hemos abandonado completamente en manos de los conservadores.
El hecho de que el libro que publicaste en 2013 vaya ya por nueve ediciones es un síntoma de que las cuestiones que mencionas en él no se están abordando en otros libros. ¿Por qué crees que hay tan poco debate y tan pocos expertos que trabajen las políticas sociales que tienen que ver con los cuidados?
Bueno, yo creo que sí hay otros estudios o libros, pero quizás más académicos. Creo que mi libro ha resultado o se conoce más porque le he dado un tono un poco más periodístico. También es verdad que en el campo de los cuidados, las personas que saben más del tema y lo han estudiado a fondo suelen ser investigadoras feministas, que han hecho hallazgos importantísimos, pero sospecho que muchas veces les cuesta reconocer la obligación de cuidar, el cuidado como una obligación moral. Es lógico, porque de lo que estamos hablando es que el cuidado ha sido una obligación impuesta a las mujeres, que las ha hecho sacrificar su bienestar, que las ha arrinconado y el molde este de maternidad abnegada les ha destrozado la vida.
Es verdad, es así, pero desde esta crítica, que es perfectamente real y totalmente necesaria, es difícil pasar a la obligación moral de cuidar. El problema es que no somos sólo las mujeres quienes tenemos la obligación moral de cuidar, la tienen también ellos. Y no solamente la tenemos nosotras y ellos, sino que tenemos que volcar en el Estado la obligación de que nos permita cuidar en condiciones y si hace falta, para ello tendremos que desmontar la economía capitalista. No podemos disolver esa obligación, lo que tenemos que exigir es que genere obligaciones en otras partes, en ellos, en los poderes públicos, las empresas, etc.
Es una espiral muy loca, si lo piensas, te pasas dieciséis semanas fusionadísima con tu bebé en casa, y de repente, hala, hasta luego, a trabajar otra vez cuarenta horas como si no hubiese un bebé nunca más que depende completamente de ti… Es muy duro.
También es verdad que hay un montón de mujeres que si no llegan a salir de casa después de las dieciséis semanas igual se pegan un tiro, y es así, porque hay soledad, pero claro, eso no significa que todas estemos deseando currar como locas, lo que significa es que menuda mierda de postparto que se han tenido que comer esas pobres chicas encerradas en sus casas, solas con un bebé, es un agobio.
¿Por qué no hay ningún partido político que aborde la cuestión de los cuidados, que siguen siendo tan invisibles?
Efectivamente, yo no entiendo cómo ha pasado esto, a mí es un momento que me da mucha rabia. Por un lado, me parece estupendo que se hable de permisos de paternidad, como se está debatiendo ahora en el Congreso. Me parece que permisos largos para los padres es en cierto modo lo que las feministas hemos estado reclamando desde hace mucho tiempo, que ellos se impliquen, que aprendan, y los permisos largos dan esa posibilidad.
Pero a la vez, hombre, también hemos reclamado mucho una protección decente a la maternidad. Una protección que no pase necesariamente por el empleo; que cuando haya empleo, esa protección sea más larga, que te permita de verdad cuidar como principio. Es que de repente pasamos de cero a cien, adelantamos por la izquierda a Noruega, Suecia y Finlandia y nos ponemos a la cabeza de igualdad con permisos intransferibles sin haber tocado cosas que nos hacen estar a la altura de los países menos desarrollados en estos temas de toda Europa. Hombre, vayamos un poco por partes...
¿Qué medidas se podrían adoptar desde tu experiencia de manera prioritaria y urgente?
Para mí, de manera prioritaria, inmediata y total, y estoy hablando de esta reforma de permisos, habría que establecer una ayuda a la maternidad desvinculada del empleo. No puede ser que haya un tercio casi de los nacimientos en 2016 que no esté amparado por ningún permiso para las madres que no estaban en ningún trabajo o no habían cotizado lo suficiente. Y a continuación, creo que habría que ampliar los permisos de maternidad, y para no imponer modelos familiares y permitir la implicación de los hombres, etc, probablemente con permisos parentales transferibles.
Yo creo que con el mismo coste más o menos que la propuesta que se está barajando en la actualidad se podría ampliar algo el permiso intransferible de los padres, de cuatro o cinco semanas a seis o siete y luego añadir unas semanas transferibles, porque así además ampararías a las madres solas, que con la propuesta que se está discutiendo ahora no pueden sumar la parte intransferible de los padres. Porque se supone que es una propuesta que lo que busca es evitar la discriminación en el empleo, y si a las madres solas, que son ya un 12% en el momento del nacimiento (cifras de 2016), les permites sumar las dieciséis de ella y las dieciséis de él, estás generando nuevos motivos para la discriminación de la mujer en el empleo.
Pero claro, como es una propuesta diseñada desde la óptica del empleo, pues tiene un montón de recovecos y cosas que no pueden ser. Y luego, por supuesto, habría que implementar un sistema de reducción de jornada, general, para todo el mundo, independiente de la maternidad y paternidad, que llevamos ciento y pico de años ya con la jornada de cuarenta horas, y luego, además, algún tipo de sistema más o menos flexible de permisos, excedencias, etc, remuneradas, para las incidencias que vienen después, que la crianza no es una cosa que se resuelva en treinta semanas, es una cosa muy larga.
Por otro lado, lo poco que se abordan los cuidados siempre se hace desde la exigencia a las instituciones. ¿Crees que se le puede exigir a las empresas que desarrollen otro tipo de políticas también? ¿No crees que los sindicatos, por ejemplo, deberían liderar la batalla e incluir este tipo de cuestiones en las negociaciones colectivas?
Efectivamente, los sindicatos han tenido ahí un papel bastante torpe, están muy retrasados en cuanto a las reivindicaciones que hay ahora mismo. Yo no sé si ya estoy obsesionada o qué, pero creo que todo tiene que ver con esa especie de izquierda de los ochenta que se dice feminista y progre pero que no tienen ni pajolera idea en realidad. Desde luego, todo lo que pueda tener de real la maternidad como motivo de discriminación en el empleo, que lo tiene y mucho, tiene que abordarse desde todas las ópticas, y por supuesto, tiene también que implicar a los empleadores.
Quizás se podría hacer también una reforma de la seguridad social, es decir, por qué la empresa tiene que pagar las cotizaciones de los empleados que le han tocado en suerte y no por ejemplo una cantidad x por empleado, al margen de cuáles sean tus trabajadores concretos, o por volumen de facturación de la empresa... Así se fomentaría que no sólo no importara la contratación de una mujer en edad de tener hijos, sino también se arreglaría el tema de contratar a mayores de 55 años, que a las empresas les da miedo porque se supone que tienen peor salud, etc. Debería haber un poco de agitación institucional.
¿Crees que el movimiento feminista actual hará que se avance algo?
Yo creo que sí. Ccreo que el movimiento feminista es muy potente, está agarrando fuerza y potencia por todos lados y eso necesariamente es bueno. Y es verdad que hay miles de peligros, miles de riesgos, miles de derivas malas que pueda tener, de hecho ya hay corrientes del feminismo con las que yo no tengo nada que ver, y lo reconozco abiertamente, pero me parece que en términos generales lo que está en auge ahora mismo es un feminismo que tiene mucho que aportar en la reivindicación de los cuidados y su centralidad, que es básico, y que eso a la vez lleva una crítica a la economía política. Esto es, pues algo parecido a lo que hizo Marx, pero desde otra perspectiva, y esto me parece que es un avance y lo veo con cierta esperanza.
Los tres de… Carolina del Olmo
Tres películas/series: Del Revés (Inside out, dirigida por Pete Docter), Monstruos S. A. (también dirigida por Pete Docter) y El libro de la selva (dirigida por Wolfang Reitherman).
Tres programas de televisión: Uy, es que yo no tengo televisión… Yo qué sé… La bola de cristal.
Tres canciones: Mother’s little helper, de los Rolling Stones, sobre las pastillas que tomaban las madres deprimidas de los años 70, El aguante, de Calle 13 y La Bicicleta, de Shakira y Carlos Baute, que le gusta mucho a mis hijos.
Tres libros: ¿Quién quiere ser madre? de Silvia Nanclares, El nudo materno, de Jane Lazarre y Medio sol amarillo, de Chimamanda Ngozi.
Tres referentes: Angela Davis, Buenaventura Durruti y YvonneKnibiehler.
Tres momentos históricos: La Revolución Francesa, la Revolución Rusa y la proclamación de la II República.
Tres lugares para visitar: Cádiz, Asturias y el Parque del Retiro en Madrid.