Compras y publicidad

Horarios comerciales: las necesidades reales de los consumidores

La coexistencia de distintas formas de distribución enfrenta a sindicatos, empresarios y gobiernos, y todos ellos usan argumentos que dicen defender los intereses de los usuarios.

Por Paco Sánchez Legrán

Desde hace décadas se viene produciendo una confrontación de posiciones entre distintos sectores de la sociedad en torno a la necesidad de liberar o regular los horarios comerciales, y debo decir que esta confrontación está siendo ganada poco a poco por las grandes empresas del sector. Éstas van imponiendo, con el apoyo de distintos gobiernos -central o autonómicos- una mayor liberalización de los horarios.

En contra de estas posiciones se encuentran los sindicatos de trabajadores del comercio y las agrupaciones patronales de la pequeña y mediana empresa de dicho sector, que defienden una regulación racional de horarios. Entienden que la libertad total de los mismos daña los intereses laborales y económicos de los trabajadores y de dichas empresas.

Por su parte, los gobiernos y los partidos que los sustentan o apoyan, según sus ideologías, han venido defendiendo unas u otras posiciones. Así, los partidos del sector de la izquierda han optado, en los últimos años, por defender posiciones en pro de la regulación de los horarios comerciales, mientras que los partidos ubicados más a la derecha prefieren modelos regulatorios que permiten o fomentan la libertad de horarios, llegando en algunos casos a imponer la libertad total de los mismos, como piden, entre otras, las grandes superficies.

Lo paradójico del asunto es que tanto unos como otros dicen buscar, con sus posiciones, el beneficio de los derechos e intereses de los consumidores. Sindicatos, agrupaciones empresariales de grandes superficies y de pequeñas y medianas empresas dicen siempre defender a los consumidores, aunque desde posturas incluso antagónicas.

En este proceso de confrontación no todos han mantenido contactos con FACUA y otras organizaciones de consumidores. Hay que reconocer que solo los sindicatos, algunos partidos políticos y, en ocasiones, las organizaciones del pequeño y mediano comercio han tratado de aunar posiciones en relación a un modelo comercial que permita la convivencia de establecimientos diversos y que ofrezcan horarios de apertura adecuados a las necesidades de la ciudadanía.

Se han vivido ejemplos de esto cada vez que los gobiernos central o autonómicos han realizado cambios en la legislación reguladora del comercio minorista. En los procesos de negociación de las citadas modificaciones se ha tratado de marginar a FACUA y al resto de las organizaciones representativas de los consumidores, relegando la interlocución a los consejos consultivos en los que algunas de dichas organizaciones pudieran estar participando. Solo mediante denuncias públicas y presión social FACUA ha logrado influir de alguna manera en las decisiones finales.

La modernización y mejora de la actividad comercial

Durante los últimos años se ha vivido una cierta calma y un cierto consenso en el sector, gracias a las leyes que se aprobaron a mediados de la década de los 90, tanto en el ámbito estatal como en las autonomías. Estas regulaciones permitieron fijar una regulación horaria, fundamentalmente en lo relacionado con la apertura de domingos y festivos que, si bien no dejó totalmente satisfechos a todos los sectores en conflicto, sí permitió tranquilizar a sindicatos y pequeños y medianos comercios, que veían la libertad de horario como la causa de buena parte de los males del sector. También calmó a las grandes superficies comerciales, que podían abrir un número determinado de domingos o festivos cada año.

Este equilibrio lo rompió en 2012 el Partido Popular a través de una política de desregulación de horarios comerciales. Esto ha representado un grave perjuicio al pequeño y mediano comercio, que cada vez tiene menos posibilidad de competir con las grandes superficies. Con ello, se viene produciendo desde entonces un mayor desequilibrio en el tejido comercial.

Las organizaciones de consumidores, en cualquier caso, no han tenido ni tienen una opinión homogénea en esta polémica. Hay algunas que defienden que la libertad total de horarios comerciales beneficia a los consumidores y que es un derecho de estos. Mientras, otras sostienen que es necesaria una regulación que permita una competencia leal en el sector. Para estas organizaciones, la regulación debe facilitar que pequeños, medianos y grandes establecimientos comerciales puedan coexistir, sin que los grandes se coman a los pequeños, sin vulnerar los derechos de los trabajadores del comercio minorista, y que permita a los consumidores comprar libremente en los establecimiento que deseen con unos horarios amplios durante los días laborales, sábados y también durante determinados domingos y festivos cada año.

FACUA siempre ha entendido que la desregulación de los horarios comerciales solo contribuiría a fomentar el consumismo irracional y a facilitar que los grandes establecimientos comerciales pudieran monopolizar a medio y largo plazo el sector y, con ello, acabar con la libre competencia y la libertad real de mercado. Para la asociación, lo importante en estos momentos es saber la opinión y las necesidades reales de los consumidores y que las medidas legales se establezcan en función de dichas opiniones y necesidades.

En esta confrontación de posiciones y de intereses económicos y sociales es necesario recordar que las pocas encuestas de opinión que se han efectuaron de una manera rigurosa han mostrado que la mayoría de la ciudadanía está conforme con la limitación de horarios comerciales. Así, el sondeo realizado por el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) en 2011 constataba que el 87,5% de los encuestados estaba satisfecho con los horarios y el 61,3% no se sentía afectado por la limitación de apertura en domingo y festivos. Siempre que han preguntado a los ciudadanos, la respuesta mayoritaria ha situado la preferencia de compra en viernes y sábados. Los consumidores, de manera generalizada, no defienden la necesidad de que los comercios abran todos los domingos y festivos.

Asimismo, tampoco conviene olvidar que la mayoría de las organizaciones representativas de los consumidores valoraron también que un marco normativo en el que se establezca una apertura de horarios de lunes a viernes hasta las 9 ó 10 de la noche y una apertura de diez o quince domingos y festivos repartidos a lo largo del año, según la comunidad autónoma, es totalmente suficiente para satisfacer las necesidades de los consumidores. Sobre todo, teniendo en cuenta que los establecimientos que no superan un número determinado metros cuadrados pueden abrir todos los domingos y festivos si lo desean.

La libertad de horarios, junto con la eliminación de los periodos de rebajas, la disminución de controles en los periodos de ofertas y otros problemas del pequeño y mediano comercio, están causando un detrimento de los derechos y garantías de los consumidores. Además, esto también perjudica progresivamente a los centros urbanos de las grandes ciudades y pueblos y contribuye a disminuir el empleo de calidad para los trabajadores del sector.

No todos los modelos comerciales son iguales

Los consumidores necesitamos un modelo comercial que nos permita mantener nuestro derecho a elegir dónde queremos comprar. Para lograrlo, hay que garantizar la existencia de las distintas formas comerciales: pequeño y mediano comercio, venta ambulante, grandes almacenes, centros comerciales y grandes superficies. También el comercio electrónico, que se ha sumado cada vez con más fuerza e influencia. Es necesario que existan unas normas eficaces y justas, que permitan y faciliten una competencia justa entre los distintos tipos de distribución comercial, incluido el comercio electrónico.

El problema de la ciudadanía no es que no tenga tiempo suficiente para poder comprar, sino que buena parte de los consumidores tienen graves dificultades económicas que le impiden comprar a veces hasta los productos básicos para su mínimo bienestar.

Por ello desde FACUA defendemos la libertad de mercado y no la libertad de total de horarios comerciales, un modelo que permita la coexistencia de las diversas y variadas formas de distribución y que propicie una verdadera competencia. Esto incidirá en la mejora de la oferta, de acuerdo a la demanda de los consumidores, y no la que pueda ser impuesta mediante agresivas e incitadoras campañas publicitarias.

En este mismo sentido, FACUA apuesta también por fórmulas comerciales que contribuyan a un consumo racional y sostenido, con productos que ofrezcan calidad, seguridad y precios adecuados. Un comercio que promueva una estructura económica y urbana equilibrada que garantice el abastecimiento a toda la población, contribuyendo a enriquecer la vida social de las ciudades y pueblos de nuestro país.

Asimismo, FACUA apuesta por fórmulas de distribución comercial que favorezcan formas de producción respetuosas con el medio ambiente y con los limitados recursos de nuestro planeta y que no provoquen la explotación de los trabajadores ni la ruina de los productores agrícolas y ganaderos por parte de las grandes empresas de distribución comercial, como viene ocurriendo en la actualidad.

No todas las formas de distribución comercial actúan de igual manera sobre los aspectos señalados, e incluso algunas lo hacen de manera totalmente contraria al modelo que más nos beneficia a los consumidores y al medio ambiente.

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