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La ciudad no es para ti (mujer)

Las redes se mofan del alcalde de Cádiz por introducir la perspectiva de género en la renovación de las pasarelas de la playa. ¿Por qué damos por hecho que el urbanismo es neutro?

Por Ángeles Castellano

Febrero de 2021. El alcalde de Cádiz, José María González, Kichi (Adelante Cádiz), ante la polémica generada a raíz de una serie de artículos en medios de comunicación y la mofa generalizada en redes, tiene que salir a defender la labor de su equipo. En esta ocasión, lo que se ve obligado a defender es que las pasarelas de acceso a la playa de la ciudad no son usados de la misma manera por todos y que según sea la edad, el género y otras cuestiones, la manera de acceder a la playa es diferente. Algunos medios ponen el grito en el cielo. En redes hay mofa. Kichi es señalado como derrochón, banal, exagerado y unas cuantas cosas más por querer averiguar, para la renovación de las pasarelas, cómo es el uso de los accesos a la playa según tu perfil. En concreto, se le critica por encargar un informe a la Fundación Municipal de la Mujer para que la renovación de las pasarelas de acceso a la playa de la ciudad incluya la perspectiva de género.

¿Realmente es innecesario? ¿Alguien se ha parado a pensar si el uso de las pasarelas es el mismo por un niño de dos años que llega a la playa con su madre que empuja un carrito que, además del niño lleva los juguetes, su silla, la sombrilla y el tupper con aperitivos para toda la familia, una persona mayor que acude en silla de ruedas empujado por su cuidadora o por su hija o un chico de 17 años que llega a la playa con su pandilla de amigos y amigas? ¿Qué ocurre si hay escaleras en lugar de rampas? Pues que el señor en silla de ruedas no podrá bajar a la playa, igual que no puede viajar en Metro en Madrid o pasear por determinadas zonas de prácticamente todas las ciudades por no poder acceder a las aceras.

¿Por qué se piensa que el urbanismo es neutro si cada día vemos en la calle que no todas las personas hacen el mismo uso de la ciudad? Es una perogrullada decir que la edad, el género, el nivel socioeconómico y la movilidad definen el uso del transporte, el espacio público o las instalaciones deportivas. Que las mujeres y los hombres usan la ciudad de manera diferente lo viene diciendo la ONU, de manera oficial, desde 1995, a raíz de la Conferencia Mundial sobre la Mujer en Pekín. En España se investiga la relación entre urbanismo y género desde finales de los 90 y es en 2003 cuando se empieza a legislar al respecto, ante la necesidad de adecuar la normativa al marco europeo.

"Nuestras ciudades fueron planificadas por un varón caucásico universitario de mediana edad", declaraba recientemente Izaskun Chinchilla, doctora arquitecta y catedrática de Práctica Arquitectónica en la Bartlett School of Architecture (Londres), al diario Público. Chinchilla ha publicado recientemente un libro titulado La ciudad de los cuidados (Catarata, 2020) en el que analiza la organización urbanística y propone alternativas para hacerlas más habitables para todos y todas. "Imagina a una ama de casa cuya madre empieza a ser dependiente. Imagina que esta ama de casa tiene además dos niños a su cargo. La ciudad no se planificó para ella, para esos desplazamientos que tienen que ver con los cuidados, y que son, por lo general, desplazamientos extraordinariamente complejos. Hablamos de toda una nube de itinerarios que van de la guardería a comprar fruta para una madre dependiente, pasando por la tintorería o el puesto de trabajo", decía en la entrevista.

¿Para qué sirve la perspectiva de género en el urbanismo?

Si las mujeres y los hombres dan distinto uso a las ciudades, quienes planifican los espacios, esto es, los ayuntamientos, deberían tenerlo en cuenta. Es decir, incorporar la perspectiva de género en el urbanismo.

Yves Raibaud, geógrafo y profesor titular de la Universidad de Burdeos, indica, en su libro La ciudad hecha por y para hombres (La ville faite par et pour les hommes, Berlin, 2015), que a partir de los 12 años las niñas no utilizan los campos deportivos municipales que son usados mayoritariamente por los chicos (creo que cualquiera puede comprobar esto en un simple paseo por la ciudad un sábado por la mañana) y, sin embargo, los lugares específicamente para mujeres no existen. A pesar de esto, los ayuntamientos se empeñan en fomentar instalaciones deportivas para jóvenes, que les impulse a una vida más sana, como si fuesen lugares neutros, como si los usasen indistintamente chicos y chicas, sin detenerse en que esos espacios son raramente utilizados por las chicas. La conclusión de Raibuad es que los dos tercios de los fondos públicos se dedican a financiar actividades masculinas y, por tanto, no hay un esfuerzo adicional por proveer de espacios para mujeres o fomentar su uso de las instalaciones mixtas.

Algunos aspectos clave del uso de la ciudad tienen que ver también con los desplazamientos. La movilidad de una ciudad se planea, de manera general, pensando en los movimientos que tienen que ver con la producción. Esto es: de los hogares a los centros de trabajo. En este caso, las estadísticas indican que los hombres usan más el transporte privado y las mujeres el público.

Pero las mujeres, además de ir a sus centros de trabajo, necesitan conectarse con los espacios donde realizan la compra de alimentos, o donde se encargan los cuidados, tareas que siguen recayendo de manera mayoritaria sobre los hombros de las mujeres: recoger o llevar a los hijos de centros educativos, acompañarlos al médico o cuidar a personas dependientes a su cargo. La ciudad no es neutra: el transporte público no está diseñado necesariamente para los desplazamientos que hacen las mujeres. Ni siquiera el trazado urbano: las aceras o dónde se colocan pasos, bolardos o bancos, no están siempre pensados tomando en cuenta los movimientos a pie que son, una vez más, mayoritariamente femeninos.

En 1999, una encuesta llevada a cabo por el Ayuntamiento de Viena (en Austria) arrojó resultados muy llamativos. El Consistorio preguntó a los residentes del noveno distrito cuestiones como con qué frecuencia y por qué usaban medios de transporte al día. Los hombres que respondieron indicaron que usaban el coche mayoritariamente (con menor frecuencia, también el transporte público), dos veces al día: para ir al trabajo por la mañana y volver a casa por la noche. Las mujeres usaban las aceras, los autobuses, el metro o el tranvía con más frecuencia y diferentes razones.

Esto permitió a la ciudad planear su urbanismo en consecuencia para facilitar la vida de la ciudadanía, teniendo en cuenta al total de la población, no sólo a la mitad de ella: se añadió iluminación para que caminar por la ciudad fuese más seguro para las mujeres por la noche. Se ampliaron las aceras para que los peatones pudieran pasar por zonas estrechas. Se añadieron zonas de cruce en grandes avenidas, que incluyeron además rampas en el caso de los pasos elevados para facilitar el paso de las sillas de rueda o carritos de bebé. La perspectiva de género contribuyó a hacer la ciudad más habitable.

La pandemia provocada por el SARS-COV2, que causó un encierro casi total hace justamente un año, ha dejado en evidencia algunas de estas diferencias y apunta a que, medidas que se han tomado sobre la marcha para proteger la salud de la ciudadanía, como el teletrabajo de aquellas personas que pueden hacerlo, abre un nuevo espacio para la transformación de las ciudades. La ciudad del futuro no parece que deba asemejarse a lo que contaban las películas futuristas de los 70-80. La perspectiva de género, las socioeconómicas o las medioambientales deberían ser imprescindibles para que todas las personas puedan vivir la ciudad con las menores limitaciones posibles.

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