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Yolanda Domínguez: "El lenguaje visual es arcaico, reproduce los mismos estereotipos que hace 500 años"

La artista y activista experta en género trabaja para desenmascarar el machismo normalizado en nuestra vida y dedica su último libro, 'Maldito estereotipo' a proponer una nueva "dieta de imágenes" liberadora.

Por Ángeles Castellano

Yolanda Domínguez (Madrid, 1977) es una artista visual experta en comunicación y género. Se formó en Bellas Artes y, buscando eso que llaman la esencia de lo que ella es, de lo que ella quiere comunicar al mundo con su obra, fue perfilando esa mezcla de arte, actuación y activismo en el que, a través de acciones sencillas (mover de sitio un simple elemento, descontextualizarlo) no exentas de ironía, busca dejar en evidencia la desigualdad de género y la falta de diversidad en el mundo actual. Así, ha puesto de pie a las musas de las grandes obras pictóricas (En pie!), ha llevado a la calle a mujeres reales que imitan las poses de las modelos en las campañas publicitarias para pasmo de los viandantes (Poses, 2011), llenó la Feria internacional de arte Arco de mujeres artistas con una diadema de señalización para evidenciar la falta de mujeres artistas en este tipo de eventos (Estamos aquí, 2018), entre otras acciones. Recientemente ha publicado Maldito estereotipo. ¡Así te manipulan los medios y las imágenes! (Penguin Random House, 2021), un completo libro en el que aborda la importancia de las imágenes en la vida de las personas, cómo se construyen y con qué intención, así como un recorrido histórico por los estereotipos (de género, principalmente, pero no sólo) con el objetivo de contribuir a la toma de conciencia de su sesgo. Incluso propone fórmulas para combatir ese sesgo y hacer la mirada un poco más libre y más diversa.

"Las personas que se niegan a admitir la influencia de los medios son mucho más vulnerables a ellos", dice rotunda en el primer capítulo. Y arroja algunos datos contundentes: pasamos dos tercios del tiempo que estamos despiertos frente a los medios de comunicación sin ningún tipo de filtro, o lo que es lo mismo: once horas al día frente a pantallas, pero nadie nos alerta de sus efectos. La mitad de nuestro cerebro se dedica a funciones que tienen que ver con la visión. Y Domínguez recuerda: pensamos, recordamos y soñamos en imágenes, y preferimos este formato porque lo entendemos muchísimo mejor que otros.

El libro gira en torno a la importancia de las imágenes en nuestra conformación del mundo. Recoges una cifra contundente: el 90% de la información que procesa nuestro cerebro es visual. ¿Crees que somos conscientes de la importancia que tienen las imágenes?

Empiezo con esa alerta de que nadie nos cuenta lo importante que son y lo nocivas que pueden ser -las imágenes en sí mismas no son ni negativas ni positivas, sino su uso- y creo que es importante poner en valor o hacer consciente a la gente de lo importante que es la cultura visual, porque parece que asociamos cultura con entretenimiento y como que ese entretenimiento no es importante o no nos afecta, o no nos influye y bueno, hay que empezar por el principio y derribar esa idea de que la cultura no es muy importante. A través de la cultura, de la ficción y de lo visual, que creo que hoy es una de las herramientas de comunicación, si no la más, utilizada, porque cada vez leemos menos, la gente joven sobre todo lee menos, y dejamos prácticamente todo el peso de la comunicación en lo visual. Entonces, pues eso, ni hay formación, porque la única formación que hay sobre las imágenes es la estética, o la forma, pero no del contenido, o de sus efectos. En la escuela nos enseñan a leer y escribir, pero no nos enseñan ni a gestionar imágenes, ni a generarlas, ni a filtrarlas, ni a cuestionarlas. Entonces, pues bueno, efectivamente estamos en un momento social no solamente que las imágenes son más utilizadas que nunca, más generadas y más consumidas, sino que además ya no tenemos prácticamente experiencias reales –la pandemia nos ha hecho que cada vez seamos menos sociales de manera real- pero sí obtenemos esa socialización y esa realidad de las imágenes que vemos. Creo que es muy importante visibilizar la importancia de esta herramienta de comunicación.

Acabas de comentar que las imágenes no son nocivas en sí mismas. Sin embargo, ninguna de las imágenes que vemos es neutra, ¿no?

Claro, no, no, ninguna imagen. Ni es inocente ni inofensiva. Todas tienen una intención, todas tienen unos efectos y todas tienen un impacto y unas consecuencias. Creo que es muy importante estudiarlo para poder ser más libres, para poder ser más conscientes y para poder usarlas mejor. Nadie nos enseña a usar esta herramienta. ¿Por qué en otras profesiones exigimos un conocimiento y en el campo de la imagen no exigimos estos conocimientos ni ese control? Incluso hay ciertos trabajos que tienen revisiones o hay una especie de control de otras cuestiones, pero en el campo de la imagen no lo hay.

Expones que en el proceso de la socialización, en la propia formación como personas, nos están influyendo las imágenes, incluso desde la propia historia del arte, etc, que nos hacen crear arquetipos, que damos por buenos y asumimos como neutros, pero que no lo son, forman parte de nuestro imaginario interno sin cuestionarlos…

Bueno, arquetipo no es lo mismo que estereotipo, aunque tiene muchas cosas en común. El arquetipo es como esa síntesis de un concepto, mientras que el estereotipo ya lleva una connotación de prejuicio, de algo que es muy utilizado, que se ha vuelto muy popular y que ya no solamente es una síntesis, sino que además es prescriptor. Es algo que propongo en el libro: llega un momento en que los estereotipos ya no solamente son síntesis visuales, sino que además se convierten en generadores de aquello que representan. Y claro, son muy efectivos a la hora de comunicar, porque es verdad que necesitamos sintetizar, pero no estamos siendo conscientes de lo mucho que nos están limitando para crecer como personas y evolucionar como sociedad. Comentaba hace poco en la radio que pensamos que somos libres porque tenemos acceso a un número ilimitado de imágenes, pero es que todas las imágenes son iguales, por lo que esa libertad es bastante cuestionable, es una falsa sensación de libertad.

En toda esa conformación de arquetipos y estereotipos surge la definición de normalidad. Ahora mismo está muy presente en la producción de series o películas históricas incluir personajes con características diversas, un Enrique VIII que sea negro, por poner un ejemplo. Y hay personas que rechazan esto frontalmente por no tener supuestamente rigor histórico, cuando lo que consideramos rigor histórico es una convención que va evolucionando según avanzan las investigaciones históricas. Por citar un caso concreto, en una serie de televisión reciente de éxito, The Bridgertons, hay una reina de Inglaterra negra (la reina Carlota), y sus creadores defienden que en realidad no se sabe si era negra o no, pero sí se sabe que su piel era oscura y hay investigaciones históricas que han indagado en su linaje, y tenía mezcla de razas, por lo que es perfectamente verosímil que pudiera ser negra. ¿Por qué nos cuesta tanto aceptar que la propia historia que conocemos hoy no deja de ser una representación, o una convención de lo que en realidad ocurrió?

Porque no somos conscientes. Tenemos un imaginario que solamente está creado desde una perspectiva y nos creemos que la realidad es así, cuando es una realidad, o una perspectiva de la realidad, pero hay infinitas perspectivas de la realidad. Este es el problema de nuestra cultura visual. En realidad, el problema no es que tengamos esa perspectiva, el problema es la falta de otras perspectivas. Efectivamente existen personajes poderosos de otros rasgos, existen otros relatos. Es igual con el relato de los buenos y los malos. ¿Por qué siempre los buenos han sido los de un bando muy concreto? A mí me gustaría conocer otros relatos de una misma historia. En el libro cito el caso de Indiana Jones. ¿Cómo habría sido la película si en lugar de contarla desde la perspectiva del arqueólogo se hubiese narrado desde el punto de vista de los indios o del niño, o de la chica? ¿Por qué sólo tenemos el punto de vista del hombre blanco heterosexual? Ese es el problema. También por el exceso de confianza que damos a la imagen, que nos creemos que es la realidad, nunca tenemos en cuenta que es una representación subjetiva de la realidad.

La reciente serie estrenada por Netflix 'Los Bridgerton' presenta una reina Carlota negra. | Imagen: Netflix.
La reciente serie estrenada por Netflix 'Los Bridgerton' presenta una reina Carlota negra. | Imagen: Netflix.

 

Claro, en ese sentido me parece muy interesante lo que describes en el libro como mapas visuales, esta idea de que los mapas te sirven para indicarte el camino para llegar a algún sitio. Pero si ese sitio no está representado, no sabes que puedes llegar a él. O que si no sabes que existen otras calles, si no te las ponen en el mapa, no sabes que puedes transitarlas. Es una buena comparación sobre la falta de representación de las mujeres o de personas que no sean el hombre blanco heterosexual. ¿Por qué le damos tan poca importancia a la educación visual, a entender que la imagen es una representación subjetiva de la realidad?

Creo que es un lenguaje tan íntimamente ligado al ser humano, es decir, nada más nacer, ya vemos, es algo muy natural y muchas veces algo que es tan habitual dejamos de percibirlo. Creo que hay un ejemplo de un libro que dice algo como que son dos peces que van por el agua y uno le dice al otro "está el agua fría hoy" y se miran entre ellos y le contesta el otro: "¿De qué hablas? ¿Qué agua?" Es esta idea de que es algo tan ubicuo, tan natural, que ha estado siempre ahí que parece que no tiene la importancia que realmente tiene. Y cualquier lenguaje tiene importancia, porque está dando forma a lo real, porque lo que no se nombra no existe, porque lo que no se puede ver no se puede llegar a ser. Creo que la naturalidad del lenguaje visual hace que no nos parezca tan importante. Tenemos que reflexionar, sobre todo me parece importante que el mundo haya cambiado, haya avanzado tanto y que el lenguaje visual siga siendo tan arcaico, sigue reproduciendo los mismos estereotipos que hace quinientos años. Es algo que no me cabe en la cabeza, cómo hemos avanzado tanto, por ejemplo, en los medios de comunicación, en la cuestión tecnológica, y sin embargo, en lo que es el contenido sigamos haciendo exactamente lo mismo que hacían unos señores hace seiscientos años en lienzos.

Claro, porque la publicidad realmente lo que hace es recoger esa tradición de la historia del arte y seguir reproduciendo los mismos estereotipos. Hay una acción tuya que es muy reveladora, que consistió en poner de pie a las mujeres representadas en la tradición pictórica, porque siempre aparecemos lánguidas, tiradas, tumbadas, disponibles para el hombre. De hecho es una acción que resulta simpática de lo simple que parece. Ni siquiera con un cierto nivel de conciencia feminista te paras a pensar que las mujeres siempre aparecemos como sujetos pasivos en los cuadros de los pintores más importantes y con mayor reconocimiento mundial, mientras que los hombres siempre están erguidos, en una postura activa. Es una acción sencilla que te pone patas arriba la cabeza…

Sí. A mí me gusta mucho esto de mover un elemento de lugar para dejarlo todo en evidencia: algo extremadamente sencillo, lo cambias, y aquello de repente te da una perspectiva realmente diferente de todo. Me gusta mucho jugar a poner en marcha acciones sencillas, movimientos que aparentemente son simples, pero que te muestran el mundo desde una perspectiva totalmente diferente. Y es verdad que algo tan significativo como la pose o como el lugar donde se nos representa... Yo me acuerdo por ejemplo de La balsa de la Medusa, que abajo del todo es donde están los muertos, las personas que no tienen salvación y arriba los que luchan, los que han visto a lo lejos y tienen esperanza, futuro. ¿Por qué a las mujeres se nos representa siempre en el suelo, tiradas, desparramadas, con ese tipo de poses cercanas a la muerte? Es muy simbólico, es una violencia simbólica que está sosteniendo y alimentando esa violencia estructural que todavía sufrimos las mujeres.

¿Por qué es tan importante la imagen de las mujeres que transmite la publicidad en concreto?

Porque la publicidad, más que otro sector, de manera mucho más bestia, es la generadora de comportamientos. Creo que es el ámbito en el que más claramente hay una intención de manipulación. Puede ser que en otros ámbitos aunque haya manipulación no somos tan conscientes, o no se aplica de una manera tan consciente, tan objetiva. Es decir, por ejemplo, cuando un periodista elige una imagen puede estar llena de estereotipos, pero no hay una intención tan clara de crear una manipulación. Pero en la publicidad, sí. Y ya no solamente hay una intención muy concreta, sino que además hay una serie de herramientas que te manipulan de una manera brutal, que no te dejan ningún tipo de libertad. Son herramientas como el psicoanálisis, el neuromarketing, el big data, los algoritmos… Es una manipulación directa, no hay escapatoria, es muy difícil. Yo creo que la publicidad debe cambiar, ya no solamente el tema de los estereotipos, tiene que cambiar el posicionamiento ético con respecto a la libertad individual de las personas. No somos libres.

Con la acción ‘Accesibles y accesorias’ Yolanda Domínguez consiguió que Multiópticas retirase una campaña en la que Multiópticas hacía una analogía entre un objeto (las gafas) y las mujeres, cosificándolas y caracterizándolas como accesibles, porque están dispuestas y disponibles, y accesorias, porque las puede cambiar todas las veces que quiera. | Imagen: Yolanda Domínguez.
Con la acción ‘Accesibles y accesorias’ Yolanda Domínguez consiguió que Multiópticas retirase una campaña en la que Multiópticas hacía una analogía entre un objeto (las gafas) y las mujeres, cosificándolas y caracterizándolas como accesibles, porque están dispuestas y disponibles, y accesorias, porque las puede cambiar todas las veces que quiera. | Imagen: Yolanda Domínguez.

 

 

Sin embargo, comentas en el libro cómo realmente las marcas que intentan hacer algo que rompan un poco con esos estereotipos, más allá de la motivación real que puedan tener, luego son menos efectivas en cuanto al propio objetivo que tiene la publicidad, que es vender un producto…

Pues no sé, porque últimamente sí que están teniendo un impacto positivo. Por ejemplo, Nike acaba de hacer una campaña con mujeres embarazadas haciendo deporte y se ha hecho muy viral. Yo creo que hoy por hoy sí que tienen mucho foco de atención. Hay una diferencia, y es que cuando se refieren a la masculinidad obtienen un resultado negativo, porque con la masculinidad nadie se puede meter, nadie puede cuestionar la masculinidad, y cuando cuestionan otro tipo de cosas no tienen ese problema, normalmente obtienen una reacción más positiva. Pero bueno, esto también me parece muy significativo de cómo está construida la masculinidad. Lo pongo en el libro, el anuncio de Gillette que proponía una masculinidad alternativa fue asumido como algo muy negativo, pero creo que era porque estaba dirigido a los hombres. Nosotras no tenemos tantos problemas en autocuestionarnos, llevamos autocuestionándonos toda la vida, no nos lo tomamos como una amenaza. Sin embargo, ellos sí, esa rigidez masculina… No pueden ni mostrar vulnerabilidad ni decir públicamente que están equivocándose… Y eso es también muy perjudicial.

¿Crees que son excepciones las marcas que están tratando de cambiar los estereotipos?

De momento son anecdóticas. Dentro del grueso de mensajes visuales, hay pocas. Si hacemos una estadística de qué publicidades reproducen estereotipos y cuáles no, el porcentaje es muy bajito como para tener todavía un impacto de cambio real. Pero sí que empieza a haber una tendencia, empieza a haber una consciencia de que si haces un mensaje muy machista se te puede volver en contra, y creo que eso es positivo. Y creo que eso es además gracias a la gente que nos quejamos y que exigimos otro tipo de cultura que respete a las personas. Pero sí que empieza a haber un cambio, yo sí que lo percibo.

En FACUA hacemos todos los años el premio al Peor Anuncio del Año, que desde hace unos años es realmente el Anuncio más machista y es curioso porque sí que estamos viendo que cada vez es más difícil mostrar la obviedad de ese machismo en los anuncios. Sigue estando ahí, pero nos vemos discutiendo matices…

Sí, sí, incluso toma formas que parecen libertad. Pues hay casos como de "Me pongo este vestido transparente porque me empodera y es feminista", como que se apropian de repente del discurso y lo cambian de contenido. Sí que hay esas estrategias que son más sutiles y con las que hay que tener cuidado, totalmente de acuerdo. No es que hayan desaparecido, es que están de una manera más sutil y esto es incluso más peligroso.

Incluso una marca concreta que tú mencionas en el libro, que es Axe, la marca de desodorantes, que tenía campañas claramente machistas en las que presentaba a las mujeres como trofeos de caza para adolescentes salidos, se han vuelto más sutiles. Han hecho la versión incluso de las mujeres que usan Axe. Y esto está relacionado con algo que mencionas en el libro de que no todo es feminismo, que para ser feminista hay que formarse…

Claro, ahí caen en que se les ve el plumero porque no tienen ni idea. Ser igualitario no es objetizar a los hombres, esto es una tontería, vas de feminista pero no tienes ni idea y se capta muy bien en cuanto tienes un poquito de conocimiento. Ahora mismo sí hay esa tendencia de cambio, pero algunos lo hacen mal, otros lo hacen pero lo hacen a medias, porque en un anuncio sí, pero en su plantilla no… Bueno, yo lo veo como algo positivo, como una puerta abierta, pero todavía nos queda pasar.

En Maldito estereotipo haces referencias de falso feminismo a varias situaciones de este tipo, como la actuación en la Superbowl de Shakira y Jennifer López o la gira de Beyoncé que lleva como escenografía la propia palabra Feminismo, y aquí en España tenemos los vestidos para retransmitir las campanadas de fin de año de Cristina Pedroche. Pero claro, siempre genera pensamientos cruzados, porque desnudarse para dar las uvas ni es empoderante ni feminista, pero los ataques que recibe por hacerlo también son extremadamente machistas…

Claro, nos han enseñado que una mujer puede ser juzgada por el cuerpo que tenga y ella misma no se da cuenta de lo que está alimentando. Pero bueno, a mí no me gusta hablar de ella, me gusta más hablar de la cadena de televisión, que al final es la máxima responsable, porque es la que tiene más poder y de alguna manera todas nos podemos ver reconocidas en Cristina Pedroche, porque todas al fin y al cabo, cuando nos arreglamos, buscamos parecernos a ese estereotipo, buscamos parecer más jóvenes, parecer más delgadas, parecer más blancas… Lo hacemos todas, todas llevamos un poquito de Cristina Pedroche. A mí me gusta más apelar a la responsabilidad de la marca y sí, hoy por hoy, en el contexto de hoy, creo que las mujeres necesitamos obtener poder por una vía que no sea nuestro poder sexual. Esto ya lo sabemos, esto es lo de siempre, esto no genera ningún discurso nuevo, pero bueno, muchas veces ocurre también, en estos videoclips actuales que tienen un discurso machista, pero como lo dicen mujeres, ya parece que no es machista, cuando las mujeres también somos machistas.

Haces una distinción muy interesante: ser invisible versus ser invisibilizado, que tiene que ver mucho con esto que estamos hablando de los directivos. ¿Por qué es tan importante hacer esta distinción?

Ser invisible ocurre por elección propia, hay una decisión propia de no dar la cara y ser invisibilizado es que alguien decide que tú no seas visible, hay otra persona que decide por ti. Los medios o quien crea las imágenes que vemos en los medios son invisibles, y por lo tanto, tienen cierta impunidad, porque no sabemos quiénes son y porque además, y esto es muy importante, pensamos que las imágenes provienen de sí mismas, pero siempre hay una persona que las genera, pero como no vemos a esa persona, somos menos consciente de qué quiere esa persona de nosotros. Las personas invisibilizadas son aquellas que no aparecen representadas en los medios de comunicación y que, cuando lo hacen, solamente van asociadas a características negativas, y esto es un problema, porque les perjudica en cómo los demás asumen que son como personas. Tiene que ver con el poder, no es lo mismo decidir ser invisible, que es un súper poder, que ser invisibilizado, que es una súper crueldad.

'Rocío, contar la verdad para seguir viva' es una docu serie de Telecinco en la que se aborda la violencia de género sufrida por Rocío Carrasco. | Imagen: Telecinco.
'Rocío, contar la verdad para seguir viva' es una docu serie de Telecinco en la que se aborda la violencia de género sufrida por Rocío Carrasco. | Imagen: Telecinco.

 

En el feminismo y en la defensa de la diversidad siempre hay un debate, que tú recoges en el libro, sobre el mainstream, sobre si aparecer o no en medios de comunicación masivos que son históricamente generadores y perpetuadores de los peores estereotipos. Es inevitable que te pregunte, en ese sentido, sobre la docu-serie de Rocío Carrasco en Telecinco. Hay muchos factores a tener en cuenta, porque el medio precisamente en el que se está difundiendo, Telecinco, ha sido un altavoz para el maltrato que ella denuncia, y ha tenido contratado hasta ahora al supuesto maltratador y ahora se presenta como el liberador, el adalid de la lucha contra el maltrato y además lo venden como un documental, cuando en realidad un documental no es, es un testimonio. ¿Tú crees que es conveniente apoyar este tipo de iniciativas?

Yo lo comento en el libro, yo estoy a favor de estar en estos canales, que se haga pedagogía desde cualquier sector. Obviamente no es tan intelectual o tan profundo como puedan ser espacios más pequeños y en este sentido siempre hay una pérdida, pero creo que para eso estamos el público y la audiencia para estar pendientes. Es decir, sí al mainstream, pero con una actitud crítica hacia el medio. Veremos si después de esto el medio cambia, modifica algo o no, si sigue igual ahí tendremos que estar para recordarles y exigirles ese cambio. A mí me parece muy bien que estén dando visibilidad a este problema, los métodos obviamente siguen siendo súper sensacionalistas, aunque se están incluyendo algunas mejoras, porque el hecho de que lleven algunas voces expertas me parece que es bueno, hay elementos que están bien. Pero creo que tenemos que esperar a ver si realmente hay un cambio en la cadena o si siguen haciendo lo mismo con otras mujeres. Ahí tendremos que no callarnos y aprender de esto que está pasando. Vamos a darles una oportunidad.

Lo que pasa es que el formato que se ha elegido, tan sensacionalista, ¿no crees que le resta credibilidad al testimonio? Se está comparando con el caso de Ana Orantes, pero es que no lo puedes poner al mismo nivel…

Pero lo que vemos en los informativos, ¿crees que es mejor? Es decir, el programa de Ferreras con la música épica, con esos efectos especiales, con la voz totalmente impostada, con comentaristas que también gritan de un lado a otro, con esos comentarios grandilocuentes… ¿Crees que es mejor que Sálvame? Esos efectos especiales los veo hasta en los informativos, yo ya no sé qué medio es mejor que otro, yo los veo todos iguales. ¿Por qué pensamos que lo de Ferreras es periodismo objetivo y lo de Sálvame no?… Entiendo lo que dices, pero la cultura nos ha enseñado o nos ha educado a que si no es sensacionalista no lo consumo, pues a lo mejor es que ahora la gente si no tiene esos efectos especiales, ese morbo o ese sensacionalismo, no lo ve.

En ese sentido es muy esclarecedor lo que explica Marta Peirano sobre cómo el algoritmo en las aplicaciones que usamos en nuestros móviles se va alimentando de ese sensacionalismo, va subiendo de tono porque es lo que funciona para mantenernos enganchados, en este sistema perverso que estamos viviendo de la economía de la atención. Supongo que los medios tradicionales también se contaminan de eso, al final…

Claro, somos víctimas de todo esto que está naciendo, porque no hay ningún contenido que te haga tener paciencia o ser crítico. Nos hemos acostumbrado a ese lenguaje y ya es el único que consumimos. Es muy difícil de cambiar. Hace falta un consejo audiovisual, creo que hace falta también cuidar nuestra dieta de imágenes, que no haya solamente emoción, sino también razón, y es una cadena complicada de romper, una rueda de la que es difícil salir.

¿Cómo se puede atajar? En la publicidad existe esta supuesta herramienta que es el autocontrol, que en realidad ya sabemos que no sirve para nada en ningún sentido, pero a nivel de poder público, ¿cuáles serían tus propuestas?

Yo creo que deberíamos aprender de los cocineros y cocineras, de los grandes chefs. No es incompatible hacer algo atractivo y que sea sano. Igual que vas a un restaurante y te pueden dar la comida más deliciosa del mundo con productos maravillosos, no creo que sea incompatible crear un buen producto audiovisual que te permita pasártelo bien, que sea entretenido y que tenga un poco de todo. Creo que la solución está en la educación en las escuelas de comunicación, en las universidades, en las carreras de publicidad y periodismo, integrar esa mirada ética y crítica con el propio medio desde la base. Y luego, también creo que no estaría nada mal contar con un consejo audiovisual que emita informes sobre qué estamos consumiendo para que la gente sea consciente y decida qué quiere consumir, y que además procure que haya un mínimo de imágenes saludables en esa dieta. Si sólo hubiese restaurantes de comida rápida en el país el Ministerio de Sanidad estaría trabajando para que esto no fuera así, para ofrecer otro tipo de productos, pero con lo visual no ocurre lo mismo.

¿Qué se puede hacer para que la mirada de cada uno y cada una sea más crítica y más diversa?

Pues eso, conocimiento: intentar consumir diversidad, algo tan básico como qué cuentas sigues en Instagram. Intentar que tu acceso al mundo, o a la información sobre el mundo, no sea solamente desde una única perspectiva, intentar tener perspectivas de distintas culturas, distintas tendencias sexuales, distintas edades... Eso te va a enriquecer, te va a abrir la mente. Realmente, a nivel individual se pueden hacer cosas, pero quien más responsabilidad tiene es quien genera las imágenes y quien se imagina el mundo.

A nivel individual siempre chocas con un escollo insalvable que es el gusto. Es difícil atraer a esta reflexión a hombres blancos heterosexuales que dicen que se aburren con historias más diversas, o que siguen teniendo como referentes al clásico superhéroe, o Indiana Jones, James Bond y otros personajes estereotipados…

Bueno, no es insalvable, porque el gusto está educado y por lo tanto es educable. Ahora empieza a haber una tendencia en sentido contrario… Yo ya casi no consumo películas que sean las típicas perspectivas de hombre blanco heterosexual, me aburre soberanamente, necesito otra cosa. Y es verdad que bueno, lo masculino se sigue viendo como lo universal y lo femenino parece que sólo nos interesa a un gueto. Pero creo que poco a poco esto también puede cambiar, en cuanto empiece a haber muchos más relatos, y se empiecen a consumir, yo creo que el gusto es educable, sobre todo en las nuevas generaciones. Yo creo que los jóvenes ya se cuestionan por qué los Reyes Magos son todos hombres, por ejemplo, sí que empieza a haber esas preguntas incómodas que no nos habíamos planteado nunca. Y yo creo que es el resultado también de que la cultura empieza a cambiar, y ahora mismo hay mucho foco de atención puesto y creo que esto es fundamental.

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Los tres de… Yolanda Domínguez:

Tres películas / series: La última película que he visto, por ejemplo, Nomadland. Y series que me hayan gustado mucho Grace and Frankie y Creedme.

Tres programas de televisión / radio: Efecto Doppler (Radio 3), porque colaboro yo, por supuesto; First Dates (Cuatro), que me parece que nos está proporcionando imágenes no vistas, de diferentes parejas, con edades diferentes; Deforme Semanal, de Isa Calderón y Lucía Litmajer.

Tres canciones: Cindy Lauper, Girls just want to have fun; El Malquerer, de Rosalía y cualquiera de Nathy Peluso.

Tres libros: Mujeres y poder, de Mary Beard (Editorial Crítica, 2018); Inclinations. A Critique of Rectitude, de Adriana Cavarero (Stanford University Press, 2019) y Mujeres invisibles para la medicina, de Carme Valls (Capitán Swing, 2020).

Tres referentes: Mujeres de mi entorno. Es que, en realidad, todas las personas me inspiran algo, así que diré Trinidad Núñez, Lucía Sell y Nuria Varela.

Tres momentos históricos: El movimiento sufragista; la creación de internet, que para mí ha sido un momento que ha cambiado la historia; y algo reciente… La emisión de la docu-serie de Rocío Carrasco.

Tres lugares para visitar: La Gran Vía de Madrid, Recorrer el Museo del Prado acompañada de Herstóricas y comer bullit de peix en Ibiza.

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Ángeles Castellano es periodista y miembro del equipo de redacción de Consumerismo.

*La foto de encabezamiento es de Juan Valbuena.

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