"Como siempre he tenido síntomas de depresión y ansiedad, sobre todo con ideaciones suicidas, mi médico de cabecera me recetaba ansiolíticos y antidepresivos. Cuando le pedía que me derivase a psiquiatría, lo hacía, y me daban cita para dos o tres meses después. Allí se repetía mi diagnóstico y la receta. Iba a terapia, pero no mejoraba. No fue hasta que fui a un psiquiatra privado, que me dedicó el tiempo suficiente para evaluar mis síntomas y recoger mi historia de vida, que supe que tengo un trastorno límite de la personalidad. Ahora puedo abordar realmente el problema. Sé que tendré que convivir con ello, pero he mejorado mucho desde que hago una terapia cognitivo conductual en la que he encontrado un espacio de contención para las situaciones más desbordantes”.
Este es el relato de Rocío -nombre ficticio-, una joven que, debido a una mala praxis, estuvo años tratando unos síntomas y unos trastornos que realmente no padecía. Ahora, con un tratamiento multidisciplinar basado en un trabajo en grupo entre su psicólogo y su psiquiatra, afirma ver la luz. "Me alegro de no haber tomado la medicación desde que me la recetó mi médico por primera vez, porque a día de hoy probablemente sería fármaco resistente", afirma.
Está claro que España está cada día más medicalizada. Según los últimos datos del Ministerio de Sanidad, la prescripción de antidepresivos y ansiolíticos ha subido un 6% y un 4%, respectivamente, desde noviembre de 2020 hasta el mismo mes de 2021. Asimismo, en el último informe publicado por la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes de las Naciones Unidas, nuestro país ocupa el puesto número uno del mundo en el consumo de ansiolíticos, hipnóticos y sedantes.
Según datos ofrecidos por la Organización Mundial de la Salud, una de cada cuatro personas tendrá un trastorno mental a lo largo de su vida, y entre el 35% y el 50% no recibe ningún tratamiento o no es el adecuado. Esto depende de los recursos económicos, sociales y educativos de los que se disponga ante un evento vital estresante o traumático.
Es cierto que, cuando alguien padece mucho sufrimiento, la psicoterapia no tiene efecto por sí sola. En determinadas ocasiones, se necesitan fármacos para aliviar los síntomas y así poder intervenir desde la atención psicológica. Son las largas listas de espera y el poco tiempo del que disponen los profesionales de la salud lo que hace que se receten psicofármacos como primera vía de escape.
¿Qué falla en el sistema? Tras entrevistar a diversos profesionales de diversas ramas de la salud para este reportaje, sacamos en claro un reclamo pedido a gritos por toda una sociedad: necesitamos la presencia de psicólogos en la atención primaria urgentemente.
Gráfica realizada por elDiario.es
El caos en la atención primaria
El médico de cabecera es la puerta de entrada para la mayoría de pacientes al sistema de salud, también los que presentan psicopatologías. No obstante, la primera Estrategia del Sistema Nacional de Salud de 2007 indicaba que "a pesar de que los trastornos mentales comunes constituyen un volumen sustancial de la consulta de los médicos y médicas de familia, no siempre reciben la formación adecuada para diagnosticarlos y tratarlos, ni disponen de tiempo para ello, lo que condiciona que muchos de los y de las pacientes reciban únicamente tratamiento farmacológico cuando en muchas ocasiones podrían beneficiarse de abordajes multidisciplinares con estrategias y técnicas de apoyo y consejo psicológico breve”.
Para entender esto, hay que partir de la base de que la atención primaria se encuentra en una situación de abandono sistemático producido tras años de recortes y privatizaciones, tal y como denuncia FACUA-Consumidores en Acción, lo que directamente provoca el colapso del sistema de salud pública.
Según Ana Roldán, psicóloga clínica, "el paciente acude a su médico con el informe del psicólogo, el médico de cabecera asume el diagnóstico y receta fármacos como tratamiento de base". "Con o sin informe", aclara Fernando Chacón, vicepresidente del Consejo General de la Psicología, "alguien va al médico porque tiene un trastorno de sueño o de ansiedad aguda y lo más normal es que sea el propio médico de cabecera el que recete el ansiolítico sin hacerle falta ningún cribado psicológico". Ambos profesionales coinciden en que, en muchas ocasiones, se receta sin planificar la retirada del tratamiento.
Al plantear esta problemática a José Tenorio, decano del Colegio Oficial de Psicología de Andalucía Occidental (Copao), insiste en que "lo más indicado es que para trastornos leves o moderados se cuente con la psicoterapia". Los datos aportados por dicho Colegio indican que Andalucía cuenta con cuatro psicólogos por 100.000 habitantes y España con seis. La media europea es de 18. "Estamos a mucha distancia de estándares europeos", denuncia.
"Con 40 o 50 pacientes diarios no podemos tener el tiempo que necesita un paciente que tenga una patología de las emociones", denuncia Lorenzo Armenteros, miembro del grupo de trabajo de salud mental de la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG). "Lo ideal sería que verdaderamente los médicos de cabecera podamos gestionar nuestra agenda, es algo que se reivindica desde hace años, de forma que podamos situar a los pacientes en sus consultas con su tiempo adecuado, y reservar un periodo de tiempo para situaciones sobrevenidas que puedan aparecer, como una urgencia grave o una salida a un domicilio".
La no adherencia a la medicación, otra pata coja del sistema
La adherencia se traduce como el grado en el que un paciente sigue las prescripciones farmacológicas según lo indicado. Cuando esto falla, aumenta el riesgo de fracaso terapéutico.
Depende de diversos factores. El principal es la falta de tiempo, tanto por parte del médico de cabecera como del psiquiatra de la red de salud mental pública, para explicarle al paciente por qué debe tomar un determinado fármaco, qué efectos y contraindicaciones tiene y cómo debe tomárselo. "La falta de tiempo lo contamina todo" expresa Tenorio. "Los minutos de consulta son indispensables para escuchar al paciente y trasladarle empatía". Esto está estrechamente ligado, evidentemente, con la falta de recursos humanos de profesionales de la salud mental en la red de sanidad pública.
"Es fundamental en los pacientes con patologías emocionales, de la misma forma que sería para hacer un buen diagnóstico, hacer un buen seguimiento del tratamiento y observar su adherencia", apunta Armenteros. "Hay que explicarle a esos pacientes cómo actúa el fármaco y reforzarle para que continúe con el tratamiento. La falta de tiempo es un elemento pernicioso y un riesgo para todo, para la diabetes, la hipertensión o la patología mental".
Por su parte, Chacón también señala que "la no adherencia tiene que ver con la falta de formación de los profesionales sobre comunicación con el paciente. A estos últimos no se les explica adecuadamente el uso de los fármacos e incluso desconocen aspectos psicológicos básicos. Imagina una persona mayor que va a una consulta y el médico le indica que se tome una pastilla cada ocho horas. El médico le pregunta si lo ha entendido y, en la mayoría de los casos, los pacientes dirán que sí por no parecer tonto o por estar delante de una figura de autoridad. Quizás la pregunta adecuada sería, con todo el tacto del mundo: repítame lo que le he explicado".
Por tanto, se dan habitualmente casos de pacientes que no se medican con la regularidad marcada o deja su tratamiento al tener una baja conciencia de su enfermedad, al notar reacciones adversas en las primeras semanas de su consumo o al no contar con una red de apoyo psicosocial.
La salud mental también es una cuestión de género
Según el citado informe realizado por el Ministerio de Sanidad a partir de los registros clínicos de la atención primaria, los problemas de salud mental "son de predominio femenino en los adultos, fundamentalmente en el caso de anorexia nerviosa (siete veces más), el trastorno depresivo (tres veces más) y el trastorno del sueño (15,8% en las mujeres y 5,1% en los hombres"). Por otro lado, según datos de la Confederación de la Salud Mental de España, el 19,5% de la población española tiene o ha tenido en la vida algún problema de salud mental, siendo esta cifra más alta en mujeres, con un 22,9%.
Para atender a la raíz de estos datos, Pilar Pascual, de Mujeres para la salud, apunta a que "las presiones y los mandatos de género, como la maternidad o la educación para que satisfagamos las necesidades de los que están a nuestro alrededor, olvidándonos de nosotras mismas, nos hace estar aún peor".
Dicha organización asegura que esos "malestares de género" hacen que las mujeres acudan al médico de cabecera para que se les recete un ansiolítico o un antidepresivo, cuando lo que necesitan es "poder hablar y que les demos herramientas para cambiar las condiciones de vida que nos enferman".
Pascual alude a la "receta social" que recomiendan desde la organización, que consiste en "hablar con las mujeres y derivarlas a asociaciones de mujeres, a espacios de igualdad y a que ocupen su tiempo en otras cosas que no sean exclusivamente la familia".
Otra práctica que debe evitarse es la patologización de los sentimientos. Armenteros explica que existen trastornos adaptativos innatos en la vida donde está presente la frustración, o situaciones de duelo o de ansiedad donde el paciente no quiere desprenderse de la medicación. "Es una forma de medicalizar la vida normal", insiste.
Es imprescindible llevar la psicología clínica a la atención primaria
Al preguntar por las principales reivindicaciones de cada organización con la que se ha contado para este reportaje, absolutamente todas incluyen la necesidad de introducir la psicología en los centros de atención primaria.
Chacón insiste en que el presupuesto de cien millones de euros destinados a la salud mental en cuatro años es "de risa" y pide incrementar esa cuantía, sobre todo para recursos humanos: "para eso tenemos que llevar la psicología clínica a la atención primaria".
Para que un tratamiento sea efectivo, debe ser multidisciplinar. el Colegio Oficial de Psicología de Andalucía Occidental (Copao) defiende que para ello debe contarse con varios especialistas a la vez. "Defendemos un tratamiento en equipo, una tarea conjunta entre psicólogo y psiquiatra", explica Tenorio. "Si tiene que haber farmacoterapia para aliviar síntomas, que sea con una psicoterapia que ayude a las personas a resolver sus problemas". Sin embargo, Chacón, del Consejo General de Psicología, afirma que actualmente el trabajo multidisciplinar se da si "puedes pagarlo, porque en la sanidad pública es ciencia ficción. Por eso pienso que el sistema actual de salud mental público no sólo es insuficiente, sino que es inequitativo, porque perjudica más a las personas con menos recursos".
Asimismo, Tenorio cuenta que, en muchas ocasiones, los tratamientos psicológicos tienen un origen preventivo, "no solamente para tratar algo que está mal, sino para que sea una persona sea más fuerte a la hora de afrontar nuevas dificultades y no salir dañada. Por eso nosotros pedimos la presencia de psicólogos en la atención primaria y vamos más allá: en la escuela y en los servicios sociales".
Es el mismo Copao el que ha aportado a este reportaje datos del estudio PsicAP, "el ensayo clínico controlado más grande de salud mental en España -hasta la fecha-, sobre la eficacia del tratamiento psicológico para personas con trastornos emocionales en atención primaria". Se trata de un estudio liderado por el doctor Antonio Cano Vindel, catedrático de la Universidad Complutense de Madrid, desarrollado en 22 centros de salud de toda España, con 1.691 pacientes aleatorizados. Los resultados constatan que añadir un tratamiento psicológico grupal de siete sesiones de carácter transdiagnóstico, principalmente con terapia cognitivo-conductual, consigue triplicar el porcentaje de personas que se recuperan con respecto al tratamiento habitual (el farmacológico) aplicado en la atención primaria.
Dicho estudio concluye que "los beneficios de incorporar psicólogos clínicos en el primer nivel asistencial de la Salud, redundarían en un ahorro en términos de costes económicos y sociales, al facilitar, entre otras cosas, la identificación precoz y la intervención temprana de los trastornos mentales, la reducción de los tiempos de espera para recibir tratamiento adecuado", lo cual evita complicaciones en la sintomatología del paciente y su cronificación.
Según explica Armenteros, de la SMEG, se están estableciendo figuras de psicólogos en los centros de atención como una especie de triaje o cribado para clasificar pacientes que acuden a la red de salud mental pública. "Eso es una labor que nosotros vemos de cierta manera despectiva y de poco valor para la atención primaria, y agrega muy poco valor añadido para el propio paciente, porque lo ideal sería tener una colaboración del médico de cabecera, del psicólogo y del paciente".
Por ello, defiende que la psicoterapia debe ser un elemento colaborador más del centro de salud, con el que el médico pueda coordinarse a la hora de atender a un paciente e incluso hacer consultas compartidas. "Dada la frecuencia de la patología emocional, sería toda una ventaja tener como alternativa una psicoterapia accesible para evitar el uso indebido de los ansiolíticos".
España está sobre medicalizada, por eso pide a gritos la intervención psicológica en los centros de salud, para que los psicofármacos no sean la primera válvula de escape. "Ojalá hubiera recibido un tratamiento psicológico desde el principio para no haber estado años luchando contra enfermedades que no tenía. Ahora, con la terapia y la medicación, soy una persona nueva", dice con alivio Rocío.
__________
Carmen Carbón es periodista y miembro del equipo de redacción de Consumerismo.