Luis Babiano es el gerente de la Asociación Española de Operadores Públicos de Abastecimiento y Saneamiento (Aeopas), que reúne a las principales empresas públicas de agua de España. Tiene una visión panorámica sobre nuestra geografía, pero también sobre la sequía en la que estamos inmersos.
¿Estamos ante una de las grandes sequías del siglo?
La más grande, pero no la última. Uno de los efectos del cambio climático es su repercusión en el agua. Los fenómenos climáticos extremos como las inundaciones y sequías son cada vez más frecuentes e intensos. Esta sequía no afecta solo a la Península Ibérica. Una gran parte del territorio de la Unión Europea se encuentra en riesgo de sequía, en niveles de aviso (46%) y otra ya está en crisis (11%).
Europa sufre la falta de precipitaciones y los incendios forestales están azotando desde España hasta Bélgica. Más de 100 ciudades de Francia se han quedado sin reservas de agua potable y están siendo abastecidas con camiones cuba, algo insólito en ese país, acostumbrado a sus ríos caudalosos y a un régimen de lluvias frecuente. Italia acaba de declarar el estado de emergencia en el Véneto, Emilia Romaña, Friuli, Venezia Giulia, Lombardía y en el Piamonte ante la peor crisis hídrica en 70 años.
Muchas personas ya han empezado a sufrir restricciones de agua en sus casas y la escasez empieza a ser preocupante. ¿Se podría haber evitado esta situación precaria?
La sequía es un problema gravísimo. Esta alteración conlleva problemas medioambientales, económicos, sociales, etcétera, ya que necesitamos agua para casi todo. Ante este nuevo episodio de sequía, ya estamos mirando al cielo a ver si las lluvias del otoño revierten la situación, pero llueve menos o llueve mal, el agua de las inundaciones no se infiltra y no llena las capas freáticas.
La buena noticia es que, en términos generales, tenemos todavía agua suficiente para satisfacer nuestras necesidades, pero debemos tener claro que la escasez se gestiona antes de la sequía, cuando hay agua. Hay que ser claros: la situación no es de alarma si se gestiona bien. Paralelamente hay muchos municipios que viven en una situación crónica de escasez. O sea, les falta recursos suficientes para satisfacer ciertas demandas. Así, mientras la sequía es un fenómeno meteorológico, la escasez deriva de acciones económicas, técnicas y políticas. La escasez del recurso en determinadas poblaciones es un problema histórico, pero el actual cambio climático provoca periodos de sequía más largos e intensos, y el crecimiento o un consumo inapropiado va acentuando el problema.
Hay expertos en agua, como el catedrático Leandro del Moral, que aseguran que cortar el agua, aunque sea unas horas al día, es algo tercermundista.
Leandro del Moral es un referente en estas y en otras muchas cuestiones. El abastecimiento de agua es parte de la salud pública y de la cohesión social, nuestro deber es garantizarlo con independencia de las circunstancias meteorológicas. Los planes especiales de sequía para poblaciones mayores de 20.000 habitantes elaborados por los organismos de cuenca ni deberían contemplar el corte de suministro, sino que deberían planificar el recurso para evitarlo. España tiene los medios técnicos y económicos para evitar los cortes. Los operadores públicos y las administraciones competentes tenemos la exigencia de adaptar nuestra gestión a la nueva sociedad, una sociedad más exigente y preparada, y que nos demanda más información y participar en la toma de decisiones.
Poco a poco estamos construyendo un modelo donde el ciudadano está en el centro de la ecuación. Sin concienciación no habrá solución al problema, por muchas medidas que adoptemos. En gran medida, los operadores públicos lo estamos logrando a través de fuertes campañas de sensibilización y, sobre todo, con los procesos participativos de los planes de emergencia para los sistemas de abastecimiento ante situaciones de sequía.
¿Estamos pagando con estos cortes el crecimiento desmesurado de los regadíos en España?
En Andalucía, una de las regiones más secas, más del 80% del agua va destinada a regadío. Como he señalado antes, estamos en un momento clave en toda Europa: el cambio climático ya está aquí, las medidas de emergencia son necesarias, pero no resolverán el problema de fondo, debemos adaptarnos más profundamente. El agua es indispensable en todos los sectores económicos y para cualquier forma de vida, la sequía no puede gestionarse de forma aislada al conjunto de la planificación, es necesario incorporarla a cualquier planificación: alguien tendrá que valorar qué regadíos son importantes en términos económicos, sociales y territoriales, no queda otra que construir una nueva política agrícola.
Todos debemos abrir los ojos ante la realidad de la situación, hay que detener las promesas de falsas ampliaciones de regadíos que generalmente no se cumplen y perseguir con toda la dureza de la ley los pozos ilegales. Para adaptarnos al cambio climático debemos reorganizar la agricultura, la industria y la ciudad. Esta adaptación será positiva si es fruto de un proceso de co-creación con la implicación de todos los actores privados, públicos y sociales. Necesitamos colaborar, para tomar en cuenta el máximo de sectores y de personas, para extraer mayor sabiduría, energía y capacidad de actuación mediante las sinergias. La acción colectiva ayudará a que la inevitable adaptación, en lugar de un castigo, sea la herramienta para hacer frente al cambio climático y construir nuestro futuro.
Desde Aeopas ustedes han promovido en años anteriores a la sequía que se desarrollen planes específicos para afrontar una situación (sequía) que sabíamos que iba a llegar porque es algo cíclico en nuestro clima. ¿Están funcionando esos planes?
Gran parte de los operadores públicos gestionarán esta sequía adoptando medidas técnicas de gestión que ya han sido debatidas, consensuadas y defendidas por los ciudadanos. Además, ciudades como las del área metropolitana de Sevilla o de Cádiz han puesto en marcha observatorios de participación ciudadana que se han convertido en instrumentos básicos para una nueva gestión del agua en los municipios basada en la corresponsabilidad de la ciudadanía, las empresas gestoras y las administraciones responsables. Junto a las habituales campañas de concienciación, ciudades como Sevilla se plantean desafíos colectivos concretos como reducir el consumo de agua por habitante de los 116 litros actuales, a 90.
Entonces ¿qué deberían hacer nuestros gobernantes?
Es vital impulsar la gestión pública a través de sistemas supramunicipales eficaces y transparentes. Necesitamos planes de inversión para reducir las pérdidas en la red, especialmente en los municipios menores de 20.000 habitantes. También urge llevar a cabo acciones de protección de nuestros acuíferos, para detener la contaminación o la sobreexplotación. Realizar las interconexiones entre las infraestructuras existentes para hacer una distribución más adecuada de los recursos hídricos. Llevar a cabo la ordenación de usos del agua. Elaborar planes de sequía en todos los municipios y no sólo en los de más de 10.000 habitantes. Finalmente, es oportuno cumplir y acelerar las medidas contempladas en los diferentes convenios que las Administraciones Públicas tienen en materia hídrica. De haberse ejecutado, hubiera solucionado muchos de los problemas que se otean en la actualidad.
Las empresas privadas, como es natural, buscan maximizar su beneficio y no dudarán en tratar de hacerse con más partes del pastel de la gestión del agua.
Los fenómenos climáticos adversos son una “excusa” para evitar el debate de la privatización y una oportunidad perfecta para desmontar lo que es de todos: lo público.
En este sentido, ¿la sequía pone de relieve las diferencias entre gestión privada y gestión pública del agua?
Creo que la experiencia del Covid ejemplifica esta cuestión de forma clara. El virus nos ha dejado múltiples lecciones por aprender. La más contundente de esas lecciones, sin duda, es la sanidad pública. Hoy, ni los más fervorosos neoliberales hablan siquiera de la bondad de los recortes en sanidad pública para favorecer la expansión de hospitales, clínicas y seguros de salud privados porque, obviamente, se extiende el consenso social sobre la necesidad de fortalecer el sistema público de salud. Sería bueno reflexionar también sobre los servicios de agua y saneamiento, por ser una clave esencial de esa salud pública que queremos fortalecer. Simplemente señalar que cuando se privatiza el servicio de aguas, los vecinos y vecinas pasan de ser ciudadanos, a ser simples clientes, bajo la lógica del mercado y no del interés general.
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Ricardo Gamaza es periodista y divulgador agroambiental.
*La foto de encabezamiento es de Luis Babiano.