Selu Nieto (Sevilla, 1987) es actor, director de teatro y escritor, formado en la Escuela Superior de Arte Dramático de Sevilla (ESAD) desde donde saltó a la escena nacional en producciones para televisión (El Secreto del Puente Viejo, Hospital Central), el cine (Impávido, de Carlos Therón, La Mula, de Michael Radford, Lola, de Miguel Hermoso) y el teatro, donde desde 2013 regenta su propia compañía, Teatro A la plancha.
Comprometido con las adversidades que impactan en su comunidad y con los problemas de nuestro tiempo, Nieto se rebela ante la cámara y ante las tablas para trasmitir emociones. Subraya los valores de empatía, de encuentro y de reconocimiento a la diversidad, y avanza que trabaja en un nuevo proyecto audiovisual que verá la luz en breve.
¿Cómo se vive desde dentro el formar parte de una serie de televisión?
Es bastante curioso, vemos todo lo que el público no ve. Solo trasciende el resultado final con los actores diciendo el texto en las escenas, pero hay equipos detrás de la cámara.
Un enorme equipo de sonidistas, directores, maquilladores, vestuaristas, guionistas productores, que hace que toda la maquinaria funcione. La gente piensa que ser intérprete es llegar y decir la frase, pero hay mucho trabajo de muchas personas por detrás.
Es fascinante vernos como hormiguitas que somos para que cada cuál esté en su sitio haciendo lo que le corresponde para lograr un objetivo común al final y es muy muy guay.
En el teatro te adentras en facetas como la escritura y la interpretación en tu propia compañía, Teatro A La Plancha. Para quién pueda darle vueltas a la idea ¿Qué se paga cuando compran una entrada para una obra de teatro?
Lo primero es que estamos dando trabajo al equipo que hace posible esa obra, igual que cuando vamos a un restaurante a comer y pagamos lo que cuesta el menú. Son muchas horas de escritura, ensayos, y gastos como vestuarios, decorados, logística como el transporte, comidas, y demás cuestiones.
A menudo no se valora lo que cuesta ir al teatro y hay quién no va si no es gratis porque no ven que con esos tres euros simbólicos que pueda costar una entrada estamos comiendo otras tantas personas.
Hay que dar de alta al equipo, pagar los traslados y los alojamientos, y con suerte el sueldo tuyo que, muchas veces, ni siquiera da para para ganar un sueldo digno.
Visto desde otra perspectiva ¿Qué es lo que ofrece el hecho de ir al teatro que no está pagado con nada?
El momento. En el teatro se vive el aquí y ahora, eso es irrepetible, no tiene precio. Mañana va a ser otra cosa diferente, serán otras personas y tú serás otro, y habrá otra función distinta. Es esa chispa, esa energía que hay en esa sala en ese momento que nunca más se va a repetir.
Eso no está pagado con nada. Hay esa comunión mágica que no va a pasar nunca más.
¿Mantienes un compromiso social con la comunidad y con las personas que te rodean?
Entiendo que es lo que se debe, no solo es que se pueda: tener relevancia como actor o ser reconocido te hace tener cierto altavoz y hay que utilizarlo. Es verdad que yo en mi caso, y en concreto a través de la comedia, intento siempre lanzar los mensajes que considero más amargos porque me parece un buen vehículo para hacerlo. La comedia para denunciar o para resaltar las cosas más amargas de la vida.
Creo que el arte debe ser más allá de ocio eso: compromiso. En ese sentido soy muy exigente conmigo mismo: mis obras requieren también bastante compromiso por parte del público para conectar a nivel emocional cuando se sientan a ver algo que les va a hacer reír, pero también les va a tocar la fibra sensible, les va a hacer dudar o pasarlo mal.
Creo que esa es nuestra labor, remover al que lo está viendo y plantar una semilla para que germine en algún momento. Que cuando el espectador se va a su casa tenga ahí el germen del teatro despertando otras sensibilidades.
Dentro de la industria cultural y del sistema de mercado donde estamos inmersos en tu arte se intuye también un deseo de aportar algo más, no pretendes hacer un mero producto de consumo...
Intento comunicarme de corazón a corazón, como si me sentara con esa persona a tomar un café. Creo que al final esto se trata de acompañarnos mutuamente a lo largo de la vida. Unos a otros. Y de compartir soledades, para mí el teatro también tiene que ver con eso.
En esa escena comprometida con los problemas y con las adversidades, ¿te vienen a la mente referentes y obras de teatro que en particular te han marcado?
No pararía de dar nombres de compañeras y compañeros, tanto actrices como autoras y autores, porque además tengo la suerte de conocerles y son referentes para mí.
Me conmueven las obras que exigen compromiso de quién las vive, de quién las ve. Yo voy al teatro para eso, y aunque lo haya pasado muy mal, lo he pasado muy bien si reflexiono y si me hacen sentir y emocionarme en esos momentos con su verdad.
¿De qué vive hoy un actor?
En España es muy difícil que un actor viva hoy de ser actor. Somos muchos y el trabajo fluctúa y es inestable o incierto, por desgracia. Tampoco trabaja todo el mundo en igualdad de condiciones. Yo este tiempo estoy centrando en un proyecto audiovisual súper interesante del que se sabrá en breve, que seguro va a ser bastante sonado porque tiene una pinta muy chula.
Por otro lado, con mi compañía ‘Teatro a la plancha’ estreno en Otoño el monólogo ‘Soledad, vida y obra de mi abuela’ donde se retrata un problema, por desgracia, tan de moda que está ahora sobre la mesa como es la salud mental y la soledad, tanto de los mayores, de nuestras abuelas, como de los jóvenes, sus nietos . Recreamos ese vínculo, ese amor intergeneracional, entre abuelas y nietas y viceversa.
Vienes de un barrio popular de Sevilla ¿Cómo ha sido ese crecimiento en tu trayectoria profesional?
Sí, soy de Pío XII en Sevilla y la verdad que me sigo sintiendo muy de barrio todavía, aunque estoy aquí en Madrid... la gente que sabe que no soy gallego, ¿verdad? Soy un andaluz con mucha conexión con mi tierra, la mayoría de mis amistades son de allí.
En cuanto al crecimiento, como en la vida misma, he crecido a nivel personal y profesional a base de experiencias malas y buenas que te van curtiendo y generando como una especie de biblioteca emocional. Así, conforme más sitios tienes para acceder de ti mismo, más profundo puedes interpretarlo… y realmente se pasa muy mal en muchos momentos, pero todo si uno lo mira desde otro punto de vista es aprendizaje, crecimiento al fin y al cabo.
Cuestiones como el encarecimiento de la vida, las subidas de precio y todos esos problemas ¿Las percibes en tu día a día?
¡Cómo no lo voy a sufrir, y más viviendo en Madrid! La verdad es que los precios están disparatados en todas partes. Sí, claro que lo percibo y bastante, pero yo no sé cómo hacer frente a eso, no tengo ni idea.
¿Has enfrentado a situaciones de abuso por parte de empresas de telefónicas de eléctricas o te has librado de esas situaciones que vivimos como consumidores?
Aquí no se libra nadie. No voy a decir nombres, pero claro que he sufrido las gestiones malas; ocurren en todas partes y nos ocurren a todas las personas, osea que no nos libramos.
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Las tres de... Selu Nieto
Tres programas de televisión o radio: Los Simpsons, Saber y ganar, La Resistencia.
Tres canciones: Stairway to heaven (Led Zeppelin), Pedrá (Extremoduro), Joselito (Kiko Veneno).
Tres libros: Seda (Alessandro Baricco), El hombre en busca de sentido (Viktor Frankl), La esperanza es una cosa con alas (Emily Dickinson).
Tres referentes: Mis padres, mis abuelas y mi pareja.
Tres momentos históricos: El nacimiento de la constitución de 1812, el Romanticismo, el 4 de diciembre del 77.
Tres lugares para visitar: Roma, New York, los Fiordos Noruegos.
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Juan Carlos Romero es periodista e integrante del equipo de redacción de Consumerismo.