Cuando en muchos lugares se ha desatado la guerra contra el árbol, con talas masivas indiscriminadas y podas a destiempo, recordamos su papel esencial en la ciudad y cómo incide en la vida cotidiana. A continuación, detallo cinco razones que convierten a los árboles en imprescindibles para la ciudad.
1. Dan sombra y suavizan las temperaturas extremas
Las temperaturas promedio en ciudades en las que se ha reducido la masa arbórea en los últimos cincuenta años se han incrementado en hasta diez grados de media en verano. Como ha sucedido en algunas zonas de la ciudad de Los Ángeles, en Estados Unidos, donde a medida que se ha disminuido la cobertura de árboles y aumentado la cantidad de caminos y edificios -que absorben el calor-, la temperatura se ha hecho casi insoportable en algunas calles.
Los árboles son capaces de refrescar una ciudad hasta rebajando en diez grados la temperatura en los meses de más calor. La sombra en muchas plazas son imprescindibles para que la ciudadania disfrute de los espacios públicos. Son los únicos capaces de interrumpir las "islas de calor" liberando vapor de agua al aire a través de sus hojas.
2. Permiten la vida silvestre y crean un vínculo con la naturaleza
Los árboles son el hogar de la gran mayoría de la fauna urbana. El gorrión común (Passer domesticus), declarado ave del año por la SEO BirdLife en 2016, es tal vez el mayor exponente de la avifauna de las ciudades. Gracias a los árboles, hay aves en las ciudades conviviendo con el ser humano desde hace siglos.
La arboleda urbana ha permitido que muchas especies se hayan extendido a lugares donde no existían de forma natural. De hecho, el gorrión común conquistó el continente americano con la llegada de los europeos. Diversos estudios destacan los beneficios de su presencia en nuestras sociedades: ayudan a controlar plagas, dispersan semillas y son un excelente indicador de nuestra calidad ambiental. Además, ver aves en las ciudades o escuchar sus cantos es uno de los escasos vínculos que mantenemos con nuestra naturaleza primigenia.
3. Capturan CO2 y luchan contra el cambio climático
El dióxido de carbono (CO2) causado por muchos factores, pero sobre todo por el tráfico de los vehículos en las ciudades, se acumula en la atmósfera contribuyendo al cambio climático. Los árboles lo absorben, removiendo y almacenando el carbono al tiempo que liberan oxígeno al aire.
Un árbol absorbe al día el C02 equivalente al que emiten 10.000 coches. Según un estudio elaborado por el catedrático de Ecología de la Universidad de Sevilla, Enrique Figueroa, titulado Los sumideros naturales de CO2, explica que las especies urbanas que más absorben este gas de efecto invernadero que está recalentando la Tierra, son la melia, la acacia de tres espeinas, la jacaranda y el olmo.
4. Olor y salud atmosférica
"Sevilla tiene un olor especial", cantaba una sevillana oída hasta la saciedad en ferias y festejos. Un olor especial que procede del azahar, la flor de los miles de naranjos que recorren la ciudad que se abre en primavera e inunda con su fragancia la atmósfera de las calles de la capital andaluza.
Pero no son sólo ambientadores naturales de la ciudad. Los árboles absorben los olores y gases contaminantes como óxidos de nitrógeno, amoníaco, dióxido de azufre y ozono. Además, filtran las partículas contaminantes del aire, atrapándolas en sus hojas y corteza. Hay que recordar que en Europa se producen 487.000 las muertes -de las que 31.520 acontecen en España- por contaminación del aire, según el último informe de la Agencia Europea de Medio Ambiente (AEMA).
5. Aumentan el bienestar psicológico
Un estudio realizado en la década de 1980 por el investigador Roger Ulrich comparó a pacientes en un hospital en Pensilvania que habían sido operados de la vesícula. Según este estudio, los pacientes que estaban en habitaciones que tenían ventanas desde la que se veían árboles se recuperaron más rápidamente que los que tenían ventanas que daban a edificios.
Otra investigación más reciente desarrollada por el doctor Gregory Bratman, de la Universidad de Stanford, midió el impacto en el cerebro de caminar durante noventa minutos en la naturaleza. En el estudio de Bratman, un grupo de control, que caminó cerca de calles con mucho tráfico, desarrollaron patrones de comportamiento negativos de pensamiento, vinculados a la depresión según la investigación; mientras que los grupos que caminaron entre árboles no marcaron esas tendencias. El estudio se realizó escaneando el cerebro de los participantes y constató que los que pasearon en la naturaleza mostraron una menor actividad en la zona de la corteza prefrontal subgenual, una región del cerebro asociada al pensamiento de autocrítica y a comportamientos de aislamiento social.
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Ricardo Gamaza es periodista y divulgador agroambiental.