Últimamente ha sonado mucho el disfemismo shitstorm, que puede traducirse literalmente como “tormenta de mierda”. Aunque en EEUU es un vulgarismo convencional, en Alemania ha llegado al diccionario vía Angela Merkel para definir una situación muy concreta: lo que sucede cuando se produce una grave crisis de reputación en redes sociales. Este artículo del New York Times explica muy bien la sorpresa que ha generado este uso tan específico en Alemania para un término vulgar que en países angloparlantes puede referirse a muchas más cosas.
Sin embargo, hay otro término que me parece simplemente maravilloso y que refleja muy bien lo que hemos visto estos días con la gestión del Mobile World Congress de Barcelona: Clusterfuck.
Este término, que tiene su origen en el Ejército de EEUU y en la guerra de Vietnam, se refiere a “aquellas debacles y desastres causadas por una combinación letal de ofuscación, impaciencia e incompetencia que afecta a menudo a quienes toman decisiones, especialmente a grupos poderosos, seguros de sí mismos y prestigiosos”, en la definición del profesor de Stanford Bob Sutton.
Mi situación personal durante las últimas semanas ha sido peculiar. Por un lado, he seguido con muchísimo interés la situación en Barcelona, después de haber asistido puntualmente a la feria desde 2006. Por otro, como ya no trabajo en un medio de comunicación, he estado menos sometido a la diarrea del procesador de textos y más a la reflexión forzosa. Mi hermano llegó a enviarme un WhatsApp en el que bromeaba sobre cómo todo esto no ha sido más que una gentileza de la organización, que prefiere no celebrar el Congreso antes que permitir mi ausencia.
¡Donald Trump!
He leído todo tipo de teorías. Algunas aducen que la geopolítica y las tensiones comerciales entre EEUU y China han sido claves para el desenvolvimiento de la situación. El nombre de Donald Trump ha salido muchas veces a la palestra. Otras tesis hablan de cómo las empresas de EEUU y sus abogados son más susceptibles a cualquier riesgo legal, y que cualquier contagio podría suponer cuantiosas indemnizaciones. Casi todas coinciden en que la salida de Ericsson fue la decisión que marcó el futuro de la organización, y que Amazon en realidad no pintaba nada en esto.
Hay quienes señalan que las aglomeraciones del MWC y el hecho de tener por todas partes pantallas, que pueden actuar de elemento de contagio, justificaban en cierta forma la cancelación. No faltan tampoco quienes hablan de que LG y ZTE, que en cierta forma iniciaron la bola de nieve, no están en su mejor momento, lo que reducía el incentivo para participar.
Sin duda, se ha comentado que la organización fue en cierta manera responsable, comenzando con prestar poca atención al caso y planteando medidas difíciles de cumplir cuando se desató la crisis, sin mostrar un frente unido y permitiendo que la situación se les escapase de las manos.
Por supuesto, he tenido que leer aquello del Colauvirus. Mira que Ada Colau y el independentismo han hecho daño a la organización del Mobile, de muchas y muy variadas maneras, a lo largo de los años. Pero justo el año que se cancela diría que la política no tiene nada que ver. ¿Qué podían hacer ellos? ¿Declarar una emergencia sanitaria ficticia para contentar a la patronal del móvil, la GSMA, y que ésta se ahorrase indemnizaciones?
Mi opinión es impopular, porque es más fácil poner el foco en aspectos concretos, que encajan mejor en los titulares. Y porque no creo que haya un culpable. O sólo un culpable. Mi punto de vista tiene su reflejo en el refranero: "entre todas la mataron y ella sola se murió".
La cancelación de la mayor feria del mundo en Barcelona ha sido un clusterfuck. Una suma de errores particulares y colectivos, casualidad, un mal momento, cierta histeria y la incapacidad por parte de varios agentes de controlar la narrativa de la situación, con unos medios de comunicación absolutamente volcados en contar el día a día de la “crisis” y una percepción de amenaza superior a lo que señalaban las propias autoridades sanitarias.
El mismo día que se canceló la feria, el ministro de Sanidad, Salvador Illa, intentaba tranquilizar a los visitantes y participantes del MWC y consideró que no hacían falta más medidas de protección de la salud pública, tras reunirse con consellera de Salud de la Generalitat, Alba Vergés. Sirvió de poco. Nadie podía parar ya la bola de nieve.
Dos días después de la suspensión del Mobile World Congress, España amanecía libre de casos del coronavirus de Wuhan.
La Organización Mundial de la Salud, a través de Michael J. Ryan, director del Programa de Emergencia Sanitaria, señalaba: “no podemos ser el árbitro que decida si deben celebrarse o no (este tipo de congresos), pero podemos ofrecer a los organizadores una serie de guías sobre cómo gestionar los riesgos en función de cada evento. Estos riegos pueden reducirse con medidas muy simples. Incluso si se detectan casos, se puede gestionar el riesgo. Con las precauciones correctas, creemos que muchos de estos eventos pueden celebrarse; no hay necesidad de asustar a la gente”.
Lo que me recuerda a otra frase que utilizaba mucho mi madre: "a buenas horas, mangas verdes". Por cierto, que el origen de esa frase está en los uniformes de los cuadrilleros de la Santa Hermandad, cuerpo de seguridad creado por Isabel de Castilla y Fernando de Aragón. Ellos tampoco debían gestionar demasiado bien las crisis.
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Miguel Ángel Uriondo es periodista especializado en tecnología, telecomunicaciones y empresas.