En el año 2017, la ONG Ocean Conservancy tras sus campañas de retirada de basura de los océanos, ponía sobre la mesa un dato revelador: el 13% de los residuos mundiales son colillas. La Ocean Conservancy, a través de la International Coastal Cleanup (ICC, por sus siglas en inglés), una iniciativa que promueve la recogida de basura en las playas, reclutó en 2015 a casi 800.000 voluntarios de un centenar de países, incluyendo España, para limpiar 40.000 km de costa. Consiguieron recoger un total de casi 8.200 toneladas de basura en las playas, o lo que es lo mismo: 14 millones de objetos tirados, de los cuales 2,1 millones eran colillas. El origen son los más de seis billones de cigarrillos que se consumen anualmente de los que 4,5 billones se depositan en espacios públicos. Las colillas tiradas al suelo pueden desplazarse varios kilómetros, se indica en el informe de esta ONG, llegando a la naturaleza y a los océanos, donde se convierten en un agente contaminante durante una década, aunque hay estudios que apuntan que su poder tóxico para un hábitat puede alcanzar los 25 años.
La mayoría de los filtros de las colillas están hechos de acetato de celulosa, un termoplástico (un tipo de plástico que se funde a altas temperaturas para poder ser moldeado) que se ha comprobado que no es biodegradable. Las sustancias que convierten a las colillas en una bomba de relojería ambiental son el cadmio, el arsénico, la nicotina, el tolueno, el metanol, el ácido acético, el amoniaco, el ácido esteárico y el alquitrán. Cuando estas sustancias entran en contacto con el agua se liberan en el medio, con efectos devastadores. El cadmio puede convertir en infértil un terreno, o envenenar reptiles, peces moluscos y aves. Mientras, otros componentes de las colillas como el arsénico son absorbidos por las plantas y pueden pasar a la cadena alimenticia.
Para tratar de evitarlo, organizaciones como No Más Colillas en el Suelo Barcelona trabajan pidiendo que "se haga un esfuerzo por concienciar a la población del peligro que suponen las colillas, que se recojan estos desechos, se incentive el uso de contenedores especiales para este residuo y que luego se trate adecuadamente en plantas igual que se hace, por ejemplo, con las pilas".
En el Estado español y en la mayoría de países del mundo no existe una legislación contundente sobre las colillas. "Es un pequeño asesino en potencia y, sin embargo, ni se separa, ni se trata adecuadamente, a pesar de que contiene tóxicos en forma de venenos y metales pesados", explican desde No Más Colillas en el Suelo Barcelona.
La concienciación se hace en torno a los colillatones: eventos en los que organizaciones sin ánimo de lucro tratan de mostrar al gran público la invasión de este residuo y sus efectos letales. Tras la recogida, lo primero que hacen es contarlas (caben unas 500 colillas en un litro) para tener un registro de la cantidad de colillas que hay en lugar determinado y en un tiempo más o menos concreto. "También hacemos fotografías y vídeos con todo el acopio de colillas metidas en bolsas reutilizables, en botellas y garrafas reutilizadas, etc., con el objetivo de publicarlos en las redes sociales para dar visibilidad al problema de las colillas, pues son pequeñas y poco visibles en las calles y espacios naturales", explican. "A veces también las juntamos todas y hacemos una 'montaña de la vergüenza' gritando y cantando nuestro lema '¡No más colillas!' para que no sólo se nos vea, sino que además se nos oiga: Es una de nuestras tácticas para llamar la atención y que la gente se nos acerque y se interese por esta problemática". Al final de cada colillatón, las colillas retiradas van a parar al contenedor de desechos no reciclables (el gris), puesto que actualmente en las ciudades no existe ningún contenedor específico para este residuo.
Para los activistas en contra de este residuo, una de las soluciones esenciales para acabar con este problema ambiental sería que las empresas productoras de cigarrillos se hagan responsables del reciclado o eliminación de las colillas que producen, dado que se trata de un peligro para el medio ambiente y para la salud pública. "Lo que no nos parece ni razonable ni justo es que no se haga más, tanto a nivel legal como administrativo y social, para imponer sanciones a industrias tan contaminantes como la del tabaco y para obligarlas a que se hagan cargo de todos los residuos que generan".
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Ricardo Gamaza es periodista y divulgador agroambiental.