FACUA.org Versión sólo texto  
Imprimir
Imprimir
FACUA.org - España - 31 de enero de 2020

James Rhodes: "Fui lo contrario a un niño prodigio, me dediqué a las drogas y luego empecé en la música"

El pianista y escritor británico sufrió violaciones de niño y ahora lucha por sacar adelante una ley integral de protección a la infancia en España, donde reside.

James Rhodes (Londres, 1975) es un pianista atípico. Aunque se inició en la práctica del piano en la adolescencia, no comenzó a tocar de manera profesional hasta pasados los 30, después de haber vivido una vida infernal marcada por las repetidas violaciones que sufrió durante años de niño por parte de un profesor de su colegio que falleció antes de poder llevarle a juicio. Su vida quedó recogida en sus libros Instrumental: Memorias de música, medicina y locura (Blackie Books, 2015), donde no sólo relata los abusos en su infancia, también las secuelas que le dejaron, física (múltiples operaciones de espalda) y mentales (varios intentos de suicidio, entre otras) y Fugas o la ansiedad de sentirse vivo (Blackie Books, 2017). La música, y sobre todo el nacimiento de su único hijo, le mantuvieron con vida y hoy, este pianista clásico atípico, es además un convencido divulgador (a través de sus libros Toca el piano: interpreta a Bach en seis semanas, publicado por Blackie Books en 2016 y Playlist: Rebeldes y revolucionarios de la música, de Planeta, 2019; su participación en diferentes documentales y sus colaboraciones con varios medios de comunicación, como El País y Cadena SER) y un activista por la protección de la infancia.

Desde hace dos años reside en Madrid, donde, explica, se le ha curado la depresión. Habla con entusiasmo en su conversación con Consumerismo, y del país que siente que es su hogar, y no rehúye ningún tema. Defiende con vehemencia sus convicciones y se explaya con entusiasmo cuando se le pregunta por su afición al Betis o por las bondades de su tierra de adopción.

Eres un pianista clásico poco común, tanto por tu manera de vestir en los conciertos como por tu costumbre de hablar en ellos sobre los autores o las piezas que vas a interpretar. ¿Cuál es el mensaje que quieres transmitir con esta manera de presentarte?

Bueno, las presentaciones sí son un poco diferentes, pero en cuanto la actuación, la música es la música. Es muy raro hablar al público; normalmente un pianista clásico sube al escenario y no dice ni una palabra y mira al público con desdén. No hay conexión, no sabes bien lo que está ocurriendo. Y creo que si vas a gastar 30 ó 40 euros en una entrada de concierto para escuchar a Bach y ves que el pianista tiene esa actitud… Claro, si es [Marta] Argerich o Javier Perianes, quizás, pero sinceramente, yo preferiría quedarme en casa escuchando Spotify. Lo que yo daría por escuchar a estos músicos que adoro, sólo durante dos minutos, dirigirse al público y decir "voy a tocar una sonata de Chopin. La escribió en Mallorca, su corazón estaba roto y puedes escuchar el sonido del mar…" Para mí es mucho más envolvente. Esa idea de sentarte y escaparte del mundo con música e historias… Lo adoro. Tener que usar un esmoquin para tocar en el Auditorio Nacional… ¿Por qué? La gente dice que es una cuestión de respeto, pero ¿por qué? Beethoven y Chopin se reirían si vinieran a un concierto. Dirían "¿En serio? Esto no tiene nada que ver con lo que nosotros…" Se trata de la música, no sobre el atuendo de la gente o la imagen que tiene.

¿Y crees que tu público es diferente por eso?

No estoy seguro de que sea por eso. No hay duda de que mi público es diferente, lo cual es genial, porque el público normal de la música clásica es el 1% de la población general. Y esto está bien, y yo siempre seré parte de ese 1%, pero estoy mucho más interesado en tocar en lugares como los Jardines del Botánico, o en el Sónar, o en el festival Starlite… Ya sabes, diferentes atmósferas. Alrededor de la mitad de la gente que viene a verme y escucharme nunca ha estado en un concierto de música clásica: hay adolescentes, hay veinteañeros. Cuando toqué en el Auditorio Nacional hace tres meses, el jefe del Auditorio vino a verme al acabar el concierto y me dijo "esto es un sueño, el auditorio estaba lleno de jóvenes, en zapatillas, con vaqueros y eso es lo que siempre hemos querido” y eso para mí es lo más emocionante de esto. Por eso adoro por ejemplo Cadena SER, porque me permiten estar 30 minutos en este mundo de mierda hablando de Beethoven, Chopin, tocar cosas para dos millones de personas: taxistas, abuelas, personas de todo tipo… Es la parte favorita de mi trabajo, yo creo.

También eres un pianista clásico poco común por tu propia trayectoria, no hay muchos músicos profesionales que sean prácticamente autodidactas o que hayan comenzado a dedicarse a la música pasados los 30…

Sí, bueno, he tenido una vida jodida. Lo hice todo mal.

Bueno, pero tu ejemplo también rompe el tópico del niño prodigio, de que es imposible dedicarse a la música clásica si no has dedicado tu vida y todo tu tiempo a hacerlo además de tener un talento descomunal.

Sí, claramente fui absolutamente lo contrario de un niño prodigio, la verdad. Fui una Amy Whinehouse pero al revés: primero me dediqué a las drogas, y los problemas mentales y luego empecé con la música.

Tu experiencia lanza el mensaje de que cualquiera puede hacerlo, ¿no crees?

¡Es que claro que cualquiera puede hacerlo! ¡No es complicado! Existe esta idea de que el mundo de la música clásica pertenece a un arte elevado, de que es muy exclusivo y lleno de genios o que necesitas ser muy inteligente para entenderlo… ¡Eso es una basura!

Entonces, ¿qué es lo más importante para ser músico profesional, de acuerdo a tu experiencia?

Lo mismo que para tener éxito en cualquier otra cosa. Se trata de ser apasionado y ser creativo, y amar lo que haces. No somos diferentes, aunque fingimos que sí lo somos, pero eso es una patraña.

Necesitas talento, obviamente…

Sí, pero necesitas talento para hacer cualquier otra cosa. También para ser periodista o trabajar en una cafetería o lo que sea. El talento lo tienes o no lo tienes, pero realmente lo que hay detrás es mucho trabajo. Yo escribí un libro que se llama Toca el piano en seis semanas. Cualquier persona con dos manos puede tocar Bach. Todo el mundo puede hacerlo, te lo prometo, depende muchísimo del profesor que tengas y cómo aprendas. Un gran problema de los niños cuando aprenden es que los profesores insisten en que debes aprender escalas o arpegios y practicar con ejercicios muy aburridos, y los chicos lo que quieren es tocar Rosalía. Lo interesante de Toca el piano, creo, es que vas a tu ritmo, sin profesor, ensayas en privado, no hay castigo, y puedes ir despacito, y disfrutar. En el momento en que dejas de disfrutarlo, se ha acabado.

¿No crees que la música clásica, a diferencia de las músicas populares, necesita un poco más de intención de parte del oyente para apreciarla, para entenderla? Porque en ocasiones sus códigos (de ritmo, de armonías, etc) son un poco más complejos que los de las músicas populares…

No. Sólo necesitas tus oídos. La única diferencia es que las obras son un poco más largas. Pero si lo piensas, puedes ver un episodio de Paquita Salas en 25 minutos sin problema. ¿Por qué pensamos que la gente no puede pasar 25 minutos escuchando música? ¡Es una locura! Pero, de nuevo, hay mucha gente en la industria de la música clásica quieren mantener esa idea de que tienes que entender lo que significa Allegro o Presto, tienes que saber cuándo aplaudir, o cuántos movimientos tiene una sonata de Beethoven… Repito, ¡eso es una basura! No tienes que entender nada. Si oyes una pieza y quieres aprender algo más sobre ella es tan sencillo, tienes internet y Spotify y puedes explorar lo que quieras. Una de las cosas que me gustan es que hice una playlist en Spotify con piezas increíbles de música clásica para compartirla con la gente, porque es difícil saber por dónde empezar. Si tecleas en un ordenador Sinfonía número 5 de Beethoven ves que hay miles y miles de interpretaciones. Si presentas los conciertos de una manera ligeramente diferente, creo que es muy bienvenido.

¿Por qué es tan importante estudiar música desde niños para ti? No es sólo un aprendizaje técnico…

Claro, se aprende a concentrarse, trabajo en equipo, y sobre todo, autoestima. Si tienes un niño que no es especialmente listo o deportista, pero le das una guitarra o una flauta y le das un solo en un concierto, ves cómo reacciona… Pero no solamente en un concierto de la escuela, también con la familia, con sus hermanas y hermanos, con su grupo de amigos... Es una cosa preciosa, y hay tantos estudios científicos que demuestran el impacto que tiene estudiar música sobre las habilidades con las matemáticas, o en el aprendizaje de idiomas, en la concentración, en el bienestar y el desarrollo, en la coordinación motriz… en niños y en adultos, con personas mayores con problemas como demencias o Alzhéimer, son inmensos los beneficios que tiene la música.

No me importa si tocan Beethoven o Extremoduro, no me importa un pimiento, la cosa es que deberían estar tocando. Y tienes ahora una generación completa de niños que han ido a la escuela que no tienen ni idea de lo que es un chelo, o de quién es Pau Casals, o Chopin, y no ven la línea que une a Bach con Rosalía y eso es muy triste.

Desde hace algún tiempo vives en España. ¿Qué diferencias, si es que has encontrado alguna, ves en este sentido entre España y Gran Bretaña?

Ninguna. Es una tendencia general, ocurre en todas partes. Los políticos sólo dicen chorradas, pero no hacen nada al respecto.

En redes sociales muestras mucho interés por la cultura popular española: usas expresiones que utilizan personajes populares de la televisión, por ejemplo. Entiendo el entusiasmo por descubrir una cultura que es nueva para ti de un lugar en el que eres feliz, pero no sé si has tenido oportunidad de hacer un análisis un poco más crítico sobre el tiempo que se dedica a la cultura en los medios de comunicación, por ejemplo, o el tipo de sociedad que transmiten programas de televisión como Sálvame

Por supuesto que se parece lo que ocurre en España a lo que pasa en otros lugares. En todos los países tienen Gran Hermano o ese tipo de programas. Es el mundo en el que vivimos. Pero creo que si no te los tomas demasiado en serio y lo ves como lo que es no pasa nada. Hay que saber que es entretenimiento. Yo lo veo por diversión y para aprender español, y por ejemplo, me gusta ver un programa como First Dates.

Eres una persona muy comprometida con los derechos de la infancia, sobre todo en lo relativo a los abusos sexuales a niños y llevas tiempo impulsando una ley en España para mejorar la protección que se les da...

No pensé que hubiera que trabajar tan duro para sacar adelante una ley tan obvia.

¿Por qué es tan duro sacarla adelante?

Por varias razones. La primera es que es una ley orgánica, es una cosa enorme, muy complicada de cambiar, que implica a mucha gente, no es simplemente firmar un papel. De hecho, cambia doce leyes existentes. Y otra cuestión es que, desgraciadamente, los niños no pueden votar.

Pero es un asunto que debería estar en el interés de todos.

Eso es lo que se podría pensar, pero no. Hasta que se les avergüenza en público, los políticos no hacen nada por la gente, para ayudarles. Y proteger a los niños no les devuelve nada a los políticos: no recaudan más impuestos, no consiguen más votos… Sólo cuando escribí una página completa en El País directamente dirigida a Pedro Sánchez diciéndole "¡Vamos! ¿Qué coño?" es cuando se vio obligado a invitarme a Moncloa y a empezar a hablar del asunto. Funcionó y ahora se ha comprometido públicamente a que va a hacer algo. Todavía tenemos que luchar para asegurarnos de que hagan algo rápido, con urgencia, pero te sorprendería la cantidad de reacciones públicas que tuve de la gente diciéndome de todo, desde "Vete a la mierda"; "Vuélvete a Inglaterra"; "Por qué te preocupas de nuestra sociedad, preocúpate de la tuya propia"; "No me puedo creer que un inglés nos venga a decir qué leyes necesitamos en este país"; "No hay problemas con los niños, están perfectamente seguros"; "No sabes nada, soy un abogado y no conoces nada del sistema"… ¡Increíble! Es muy sorprendente. Y sinceramente, la única reacción que creía que iba a recibir es "Qué puedo hacer para ayudar". No me importa que seas de Vox o de cualquier otro partido político, ¡por dios, son niños!

¿Qué es lo más importante que debería tener la legislación para prevenir y castigar los casos que se detecten?

El actual proyecto de ley es increíble. Es una ley muy avanzada, aborda la prescripción de los delitos, aborda una reforma en profundidad del sistema tradicional, con formación, con apoyo a las víctimas y las familias… No sé si lo sabes, pero la mitad de las denuncias por abuso sexual en la policía en este país son de menores, es increíble. Naciones Unidas lleva años diciéndole a España que necesita una ley de este tipo. Es el único país que no la tiene, y todavía estamos esperando. La Iglesia es un gran problema, cuando hablas de abusos sexuales a menores probablemente el mayor acusado es la Iglesia, así que para un político decirle en la práctica "vamos a por ti, no puedes protegerles y si continúas así vas a ser castigada" es un asunto importante, especialmente en España, por el poder que tiene, por eso estoy tan agradecido a Pedro Sánchez, porque ha tenido la valentía de hacerlo. Pero vamos a esperar y ver qué ocurre. Hemos lanzado una pequeña campaña con Save the Children para convencer a Sánchez de que lleve esta ley al primer Consejo de Ministros. No sé si va a ocurrir, pero todavía no puedo entender por qué hay que luchar tanto, después de un año y medio.

En una entrevista comentabas que uno de los problemas que hay en España para cambiar la legislación es el nivel de negación que hay, parece que nadie quiere admitir que los abusos sexuales a niños es una realidad. ¿Por qué crees que existe esta resistencia a mejorar la protección a los niños, si debería estar en el interés de todos?

La gente no quiere ver. Yo lo entiendo, nadie quiere estar desayunando mientras lee en El País y leer que otra criatura ha sido violada. Es mucho más sencillo decir que no está ocurriendo, todavía es un tabú. Como tantas otras cosas, como la violencia de género. Todavía ves esas resistencias, y gente como Santiago Abascal diciendo cosas monstruosas como que los inmigrantes son violadores o que los inmigrantes menores no acompañados son violentos. Como si fuera totalmente normal. No tengo dudas de que el único partido que podría bloquear la ley es Vox, no tengo ninguna duda, porque parte de la ley incluye la educación sexual en las escuelas, y ellos van a decir que son los padres quienes tienen que dar la educación que quieran a sus hijos de acuerdo a sus creencias. Y yo diría, vale, pero si resulta que es tu padre el que te está violando cada noche, tienes que aprender en el colegio que hay diferentes tipos de contacto y algunos no están bien. Si te dicen que está bien, tú crees que está bien y tenemos que decirte la verdad.

El caso de la violación grupal en Pamplona de La Manada provocó una movilización social alentada desde el feminismo y un debate en torno a la distinción en los delitos sexuales sobre si interviene la violencia o no…

(Interrumpe) ¡Pero esto no es un asunto feminista! ¡Es una cuestión de humanidad, por favor! ¡Es lo más obvio del mundo!

¿Crees que España tiene algo que aprender de otros modelos de protección de la infancia, el de Gran Bretaña, por ejemplo, de donde procedes?

El que se está proponiendo ahora en España es un modelo legal mucho mejor. Una vez que se apruebe la ley, España será el país número uno del mundo -¡del mundo!- en cuanto a la protección de los niños. Otros países mirarán a España y dirán "este es el modelo, ¿cómo lo copiamos?".

Como ocurrió con el matrimonio entre personas del mismo sexo…

Exactamente. Pensamos que eso podría también ser un impulso y hacerlo más fácil para que Moncloa apruebe la ley. Es la misma situación. Y no es caro sacarla adelante, es mucho más barato de lo que la gente piensa. Esperemos que ocurra este año. La ley tiene una gran parte dedicada a la formación de los jueces. Ahora mismo, por ejemplo, si un niño denuncia que ha sufrido abuso tiene que ofrecer evidencias, pruebas de que ha ocurrido así, a veces, incluso, hasta cuatro veces, ante personas diferentes, en una vista abierta, a veces incluso con la persona que les violó haciéndole preguntas. He oído casos en los que los niños llegan a orinarse encima, cuando están en el juzgado, porque están aterrorizados por tener que enfrentarse a su violador. Con la nueva ley, sólo tendrían que presentar sus pruebas una vez, en privado, con un juez específicamente formado para este tipo de casos. Es una mejora increíble.

Sacar adelante esta ley es lo más importante para mí, lo único que realmente me importa, mucho más que cualquier concierto o cualquier otra cosa, obviamente. Si esto sale adelante será la cosa más importante de la que he formado parte en mi vida, aunque para mi caso sea demasiado tarde. Pero hay tantos niños que sufren abusos, hay cientos de miles, y la única estadística con la que contamos es la del número de denuncias, que sólo es una parte, el número real es tan superior. Cuando piensas que alrededor del 20% de los niños han sufrido abusos y sólo hay 206 pedófilos en la cárcel en España… Y con la prescripción de los delitos, ni siquiera son castigados. Es lo que ha ocurrido con el caso de los Maristas, en Barcelona. Los pederastas salieron libres del juicio, incluso después de confesar, no se pudo hacer nada. Y las secuelas duran para siempre. Y por supuesto, detener que puedan volver a hacerlo a otros niños.

Esto es algo que impresiona mucho de tu experiencia, que narras en tu libro Instrumental (Blackie Books, 2015). No sólo que tu violador, un profesor de gimnasia de tu colegio, te violara desde los seis años y siguiera haciéndolo durante años hasta que tus padres te cambiaron de centro, sino que se jubiló siendo profesor de gimnasia y estando en contacto con niños, muchos, muchos años después de tu caso.

Por supuesto. Es una locura, si lo piensas. Esto ocurre mucho con la Iglesia. Cuando conocen un caso no lo denuncian, sino que mueven al violador a otro puesto, como si no hubiese ocurrido nada, y puede volver a hacerlo. No tiene ningún sentido. Tenemos la obligación de proteger a los niños, y con la Iglesia, a veces la propia familia no puede proteger a los niños, porque son cómplices del abuso o bien porque entran en una situación de negación de la realidad. Necesitamos un sistema que pueda detectar lo que está ocurriendo y hacer algo al respecto.

Hace falta mucha educación social, podemos cambiar la ley, pero el reto más importante es cambiar la sociedad, para que entienda lo que ocurre, lo que es normal, lo que es aceptable y lo que no. Esta idea de no querer hablar del asunto, de no querer enfrentarlo, sólo complica las cosas, las alarga en el tiempo.

En tu propia experiencia, ¿crees que hoy podría volver a ocurrir, si tuvieras ahora seis o siete años, o qué ha cambiado desde entonces?

Las cosas no han cambiado tanto desde que yo era niño en Gran Bretaña. Hay más controles, pero no hay tanto cambio. Yo siento que en España, tan sólo en los últimos tres o cuatro años, hay mucha más conversación y debate social en torno a este asunto que allí. Se habla hasta en programas como Sálvame y toda la prensa y televisión generalista. Y hasta no hace mucho, nadie hablaba del tema. Era un asunto tabú. Como inicio, que la gente hable del tema, es algo súper importante.

En mi caso, si yo fuera niño ahora, no creo que cambiara nada. Me encantaría decir que sí, nos encantaría decir que las cosas han cambiado, pero creo que volvería a ocurrir igual. Siempre seguirán existiendo casos así. No creo que las estadísticas, los casos de violación infantil hayan cambiado en algo desde los 80, todavía está ocurriendo en las escuelas, en las familias, en los equipos de fútbol, en las iglesias, en todas partes. Siempre que haya una relación de poder entre adultos y niños seguirá ocurriendo. Así es. No va a parar nunca. Tenemos más información, pero a no ser que actúes a partir de esa información, no hay ninguna diferencia. Hace poco oí una historia en España, y esto es absolutamente cierto, de una niña de ocho o nueve años, cuyo padre le estaba violando. Ella se lo contó a su madre y fueron a la policía y allí les dijeron que si no tenían pruebas no se podía hacer nada. Así que la madre le compró una grabadora, la niña se la puso en el calcetín y grabó a su padre mientras la violaba. ¡Con nueve años! Y se lo entregó a su madre y le dijo, "mamá, por favor, haz que pare". ¡Y esto es España, en el siglo XXI! No es 1310 en alguna cueva remota. ¡Estamos hablando de una de las culturas más civilizadas y uno de los países más bellos del mundo! Pero cuando ves que siguen ocurriendo cosas así te das cuenta de que seguimos en la era de las cavernas, y nadie parece querer cambiarlo. Es muy frustrante.

Tu experiencia quedó recogida en el libro Instrumental, que no es sólo un libro sobre un caso de abuso sexual continuado durante cinco o seis años a un niño, sino de cómo eso te destroza el resto de tu vida y te deja secuelas que tienes que combatir día tras día para siempre. Que es una de las cosas más duras. Puedes imaginar que ocurre algo así, pero conocerlo en detalle es tremendo.

Todavía lucho contra eso. No creo que se vaya nunca. Me despierto algunas veces con arañazos y sangre por todo el cuerpo, porque por la noche, mientras duermo, siento que tengo a mi violador cerca. Creo que es algo como la diabetes, una enfermedad crónica, algo que siempre tendrás, que no se puede curar. Puedes hacer cosas para ayudarte a controlarlo, pero nunca desaparecerá.

Y a pesar de esto, tu libro tiene un aire positivo, porque muestras que se puede aprender a vivir con algo así y el poder curador de la música.

Sí, claro. Encontré cosas muy positivas. Más en España que en cualquier otro sitio; lo digo completamente en serio, nunca he sido tan feliz como lo soy en España. Siento que tengo un hogar, que no estoy huyendo de nada, no estoy pensando en el suicidio la mayor parte del tiempo. Me siento más calmado… Vine de Londres, que para mí es un lugar horrible para vivir. Es encantador para pasar un fin de semana, pero cuando vives ahí, lo caro que es todo, las políticas, la suciedad, el clima, la comida, todo es tan absolutamente deprimente… Todo es mejor aquí. Incluso el ritmo de la vida es mucho más relajado que en Londres. Es muy divertido, porque tengo amigos que son de Valencia o cualquier otro sitio y se quejan de que Madrid es una ciudad muy loca, como si fuera Nueva York o Londres y, en serio, vamos, no puedo imaginarme un estilo de vida más tranquilo y calmado que el que hay en Madrid. Y esto ha supuesto una enorme diferencia en mi vida. Todo mi sistema mental se ha calmado. La gente es amable, es cálida. Son cosas pequeñas: que los conductores se paren cuando hay gente que corre para llegar a la parada, la gente que dice buenos días cuando se cruza contigo en el portal de un edificio… En Londres, esto no ocurre. La gente aquí va al médico y cuando llega a la sala de espera da los buenos días, esto es impensable en Londres. Te miran mal por hablar en público. No entiendo que la gente en España no sepa apreciar todo eso. Yo me he curado de la depresión en España. Quiero decir, dos meses después de mudarme fui a ver a mi psiquiatra a Londres y me dijo "Nunca te he visto tan bien. Nunca, en los diez años que llevo tratándote, ¿qué ha ocurrido?" Y le contesté que lo único que había ocurrido era que me había mudado a España.

Me pregunto si ahora, desde tu residencia española, podrías escribir Instrumental, o si cambiaría algo en él.

Escribiría un libro completamente nuevo después de mi experiencia en España. Quiero decir, el libro sería exactamente igual, pero tendría más capítulos. Por supuesto que sé que España tiene problemas, con la existencia de la extrema derecha, la desigualdad social, la contaminación, hay tantos problemas, financieros, económicos, sociales… Pero no puedo pensar en un solo país del mundo que no tenga problemas similares, en todo el mundo hay los mismos problemas. Pero, a pesar de eso, de alguna manera, el espíritu en España, todo lo que está debajo de esos problemas, es fuerte y bonito y brillante y siento que a pesar de todos los problemas, a pesar de la existencia de un tipo como Abascal. No tengo ni palabras para la estupidez de alguien así, es horrible. Pero miro a gente como Boris Johnson o Nigel Farage en Gran Bretaña o Salvini en Italia… Es un problema global, no solamente de España.

Hablas muy abiertamente de política, algo no muy común en el mundo de la cultura…

(Interrumpe) No es una cuestión de política, es que hay que señalar lo que está bien y lo que está mal, es una cuestión de humanidad. Yo no diría que Abascal es político, yo diría que es un matón, un gamberro pero con un gran altavoz. No es un político real, finge que lo es. La cosa sobre la extrema derecha, tanto sobre los partidos políticos como de sus seguidores, es que todos son extremadamente sensibles en exceso, están absolutamente aterrados y están todos muy, muy enfadados. Y para mí eso lo dice todo. Son como los chicos que hacen bullying en el colegio. Necesitan terapia, no llegar al poder, en serio. Es histérico que piensen que echando a todos los inmigrantes se van a acabar todos los problemas. Tengo una idea mejor: echar a los racistas y quedarnos a los inmigrantes y de la noche a la mañana España será un país mucho, mucho más feliz, te lo prometo. Todos queremos las mismas cosas: queremos amar, queremos ser queridos, queremos vivir sin tener que estar luchando constantemente, y es increíble cuando hablo de Vox en Twitter: la cantidad de seguidores del partido que están tan enfadados, que me llegan a amenazar de muerte, no pueden soportar ningún tipo de crítica… Esta gente, en serio, necesita terapia. Una lobotomía, no sé.

__________

Los tres de… James Rhodes

Tres películas / series: Dolor y gloria (dirigida por Pedro Almodóvar, 2019), Succession (HBO, 2018) y Green Book (dirigida por Peter Farrelly, 2018).

Tres programas de televisión / radio: Hoy por hoy (Cadena SER), First Dates (no me juzgues, ¡me encanta!, en Cuatro) y Paquita Salas (Netflix).

Tres canciones: Standby (Extremoduro), Dinosaurios (Charly García), A tu lado (Los Secretos). Les conocí y estaba muy nervioso, les pedí una foto y ellos fueron muy amables, fue inceríble.

Tres libros: Biografía del silencio, de Pablo d'Ors (Editorial Siruela, 2012), La trilogía de Nueva York, de Paul Auster (Anagrama, 1985-1987) y Si esto es un hombre, de Primo Levi (editorial El Aleph, 1945-1947).

Tres referentes: Glenn Gould (obvio), Pedro Almodóvar y más obvio todavía, Ludwig van Beethoven. La gente muchas veces piensa que Beethoven fue sólo el compositor sordo. Pero fue un hombre que de niño fue golpeado casi hasta la muerte por su padre, una persona casi sin hogar, a veces, y obsesionado con expresar nuestros mundos interiores a través de la música. Fue capaz de mostrar todos los sentimientos humanos a través de la música. Antes de Beethoven la música solamente giraba en torno a dios, y con él se empezó a transmitir la rabia, el dolor, la tristeza, la grandeza, el heroísmo… Todo.

Tres momentos históricos: El estreno de la Sinfonía Heroica, de Beethoven, porque a partir de este estreno, casi de la noche a la mañana, la música pasó de clásica a romántica. El público no se lo podía creer, nunca habían oído algo así. El segundo momento, el Movimiento Me Too; y el tercero, un momento personal, mudarme a Madrid. Un momento profundo e histórico en mi vida. El único momento que se le puede comparar es el nacimiento de mi hijo.

Tres lugares para visitar: Catedral de Santiago de Compostela. No sé por qué, pero me transmite paz. San Sebastián, por los pinchos y su cocina. Una esquina tranquila en el Parque del Retiro de Madrid.

__________

Ángeles Castellano es periodista y miembro del equipo de redacción de Consumerismo.

*La foto de encabezamiento es de Txema Rodríguez.