Si hay alguien interesado en conocer el estado actual de la prensa escrita, debería leerse El Director, escrito por David Jiménez (Barcelona, 1971). Este periodista, que entró en la redacción de El Mundo en 1994 como becario y pasó la mayor parte de su carrera como corresponsal de este diario en Asia, cuenta en este libro publicado por Libros del K.O. en 2019 su experiencia como director de la publicación, de la que estuvo al frente un año escaso (o 366 portadas, como a él le gusta decir, entre finales de abril de 2015 y el 25 de mayo de 2016). El Director, además de hacer un relato novelado de las vivencias de ese año, expone con nombres, apellidos y otros datos contrastables las relaciones del poder económico y político con los medios de comunicación escritos, y particularmente con El Mundo; con sus directivos, pero también con los miembros de su redacción.
Jiménez, que en la actualidad sigue ejerciendo como reportero y trabaja fundamentalmente para medios internacionales, es un conversador amable de principios férreos que gusta de buscar las expresiones precisas y meditar sus respuestas antes de darlas. Habla con convicción: no parece que, después de haber abierto la caja de los truenos del periodismo patrio, tenga la más mínima duda de que era necesario hacerlo. Más bien al contrario: durante la entrevista confiesa haber recibido, como respuesta a su publicación, numerosos datos que le reafirman en su denuncia.
El Director cuenta con detalle cómo durante el Gobierno de Rajoy se orquestó el mayor ataque a la libertad de prensa de la democracia, dirigido por cuatro mujeres: Soraya Sáenz de Santamaría; su jefa de gabinete, María González Pico; la secretaria de Estado de comunicación, Carmen Martínez Castro y la secretaria general del Partido Popular, María Dolores de Cospedal. Desde el Gobierno, relata a modo de ejemplo, se repartían las tertulias televisivas entre periodistas que se prestaban a ser dirigidos. En el caso concreto de Atresmedia, incluido el canal de televisión La Sexta, cuenta que ese reparto lo manejaba el consejero de la empresa, Maruicio Casals, que desde la sombra de la presidencia de La Razón actuaba como enlace con el Ejecutivo. Casals fue, por cierto, el instigador de que desapareciera la publicidad de RTVE, algo que, según comenta Jiménez en su libro, supuso ingresos millonarios para el duopolio de Atresmedia y Mediaset.
El ex comisario José Manuel Villarejo, el ex ministro del Interior Jorge Fernández Díaz, el tertuliano y difamador Eduardo Inda, Borja Prado, presidente de Endesa, César Alierta, ex presidente de Telefónica, Pablo Isla, presidente de Inditex, Luis Bárcenas, ex tesorero del PP y hasta el rey Felipe VI son algunos de los nombres que desfilan en este libro en historias de manipulación mediática y corruptelas, todos protagonistas de encuentros y desencuentros con David Jiménez durante su gestión al frente de El Mundo.
En el relato del autor destaca un dato sobre los demás: la existencia de lo que él llama Los Acuerdos, unos pactos negociados entre las grandes empresas del IBEX y los medios de comunicación que permitían una financiación adicional a la publicidad a cambio de un trato amable por parte de las publicaciones, que llegaron a salvar de la desaparición a las grandes cabeceras diarias en el peor momento de la crisis. El libro menciona dos casos concretos de empresas, Mercadona y El Corte Inglés, de las que casi nunca se publican noticias negativas en buena parte de la prensa (y de la primera sin ni siquiera gastar un céntimo en publicidad convencional), pero la sospecha es abrumadora si uno repasa en la hemeroteca los panegíricos que se escribieron durante días enteros sobre Emilio Botín, el que fuera presidente del Banco Santander, tras su fallecimiento, sin el más mínimo cuestionamiento de su gestión al frente de una de las entidades financieras más importantes del mundo.
La lectura de El Director deja un panorama periodístico demoledor. Es un relato en primera persona, pero también describes un mal sistémico en los grandes medios de comunicación del país…
Sí, es un retrato de los males del periodismo y de cómo la función esencial del oficio se ha desviado y hemos renunciado en muchos casos a hacer el trabajo que la gente espera de nosotros y en vez de estar del lado de la gente y de utilizar el periodismo para servir sus intereses, demasiadas veces hemos estado del lado de los poderes y los intereses que han condicionado nuestro trabajo.
Voy a empezar por el final, ¿hay alguna esperanza para el periodismo español? ¿Qué tendría que ocurrir para que desaparezcan los grandes males que menciona en el libro, como Los Acuerdos, etc?
Yo creo que la prensa tiene que salir del sistema para vigilarlo desde fuera. Ahora mismo somos parte del sistema y no puedes fiscalizar, vigilar o denunciar algo cuando eres parte de ese algo. Para volver a recuperar la esencia del periodismo, el primer paso que tenemos que dar es salir del sistema y empezar a verlo desde la distancia. Pero claro, esto requiere sacrificios importantes, porque hay unas ataduras económicas y en un momento de crisis para los medios es muy difícil romper con esos acuerdos que nos atan al poder económico y político. Al final se trata de tomar una decisión vocacional y de entender que el periodismo es uno de esos oficios en los que a veces, para tomar una decisión correcta, hay que estar dispuesto a perder algo.

En el libro repites constantemente que no eres persona de despacho, sino un reportero de calle. Siempre existe esa disyuntiva sobre si los medios deben estar dirigidos por nosotros mismos, los periodistas, o por gestores. ¿Qué opinas sobre eso?
Cuando me nombraron director de El Mundo la reacción dentro del oficio fue de entusiasmo: "por fin uno de los nuestros va a ocupar un despacho", me decían. Yo era alguien que llevaba 20 años como reportero, que había estado cubriendo guerras, revoluciones, o situaciones difíciles… En cierto modo, yo viví la parte más romántica del periodismo, la que está alejada del poder, de los despachos, de las intrigas, etc y de repente aterricé en un lugar donde precisamente eso es lo que hay. Yo pensé que podría seguir siendo el mismo periodista que había sido, pero en seguida me di cuenta de que eso iba a ser más difícil de lo que había imaginado y ahí se produce un choque clarísimo, entre una visión más romántica del periodismo y unos directivos que llevan años, décadas, sobreviviendo en la conspiración, en la intriga y en la manipulación. Yo creo que se lee desde las primeras páginas que eso va a acabar mal para una de las partes y que esa parte soy yo.
Y en este sentido, ¿te ha cambiado como periodista tu etapa como director?
Cuando salí del periódico, debo admitir que una de las cosas que llevaba peor es que en cierto modo sí que había mermado mi ilusión y mi entusiasmo. Ese romanticismo del que hablo y esa manera de vivir el periodismo en la que tú te sientes que estás siendo útil y que estás del lado de la gente que viví como corresponsal, al salir, al vivir todas las manipulaciones, las intrigas, la manera en la que los poderes subyugaban a los medios, ver cómo periodistas de este país se vendían por una tertulia… Ver todo eso produjo un gran desencanto. Y hay gente que dice: "¡Qué ingenuo! Qué se pensaba que era esto…"
Bueno, alguna experiencia así tuviste que sufrir también como corresponsal, las corresponsalías también vivirán presiones…
Pero muy poco, porque yo tenía una corresponsalía en Extremo Oriente, imagínate tú lo que le importa al poder o a los directivos de mi empresa que yo escriba sobre Corea del Norte, les da absolutamente lo mismo. Sólo hay una anécdota que cuento en el libro de una única vez en la que fui censurado y fue hace 20 años, por la publicación de un artículo sobre El Corte Inglés, pero en general yo viví un periodismo absolutamente libre. Y además al llegar a España, en los años de Rajoy, en un momento en el que se estaba produciendo un acoso brutal contra la prensa, pues me di cuenta de la decadencia en la que había caído el periodismo. Yo creo que intenté mantener no sólo la integridad del periódico en medio de ese ambiente tan tóxico, sino también mi integridad personal.
[La anécdota de El Corte Inglés a la que se refiere tiene que ver con una crónica que Jiménez escribió en 2013 sobre el derrumbe de una fábrica textil, el Rana Plaza, en Bangladesh en el que murieron más de mil personas y que descubrió las condiciones de semi esclavitud en las que trabajaban los obreros para las grandes marcas de ropa occidentales. El corresponsal, en su investigación para escribir el artículo, descubrió que una de las empresas que recibía la ropa del Rana Plaza era El Corte Inglés. Sin embargo, el periódico decidió omitir ese dato en la crónica que se publicó al día siguiente].
Una de las disyuntivas que tuviste como director, o eso entiendo de la lectura del libro, fue mantener esa defensa de los principios éticos del oficio o salvar los puestos de trabajo y a la propia cabecera, incluso en situaciones que son grises, es decir, que incluyen muchísimos matices. Y en el libro recalcas mucho esa defensa de los principios por encima de todo.
Claro, porque las encrucijadas a las que se enfrenta un reportero o un corresponsal de guerra que a la gente desde la distancia le pueden parecer durísimas, en realidad no lo son tanto: Cómo consigo el visado de entrada de un país, voy a esta aldea o a esta otra, es seguro entrar en una zona de conflicto… Pero cuando eres director de un periódico, de repente lo que tienes sobre la mesa es: Si publico esta información de una gran empresa del IBEX y me retiran la publicidad, ¿qué va a pasar con los puestos de trabajo? Y sientes una carga pesadísima, y te ves en una encrucijada moral de decidir entre lo que tú crees que es correcto y lo que es bueno para el periódico…Yo cuando entré en el diario, y lo cuento en El Director, le hago una promesa a la redacción, y es que yo voy a ser fiel a los lectores y a la redacción por encima de todo. Y eso es lo que intenté hacer. Y cuando me veía en esas situaciones, siempre pensaba: "Acuérdate de aquella promesa y cúmplela. Eres un periodista, no eres un político, no eres un empresario, no eres un activista, no eres ninguna otra cosa. Compórtate como un periodista". Y de ahí yo creo que durara tan sólo un año como director, es decir, el oficio del periodista es curioso, a veces tomando las decisiones correctas, sales perjudicado.
Yo creo que a veces a muchos periodistas se les olvida que éste es un oficio inestable y que debe serlo también.
Sí, porque es vocacional, es un oficio de servicio al público y hay oficios en los que precisamente porque son vocacionales, hay veces que el interés general está por encima del tuyo propio. Y yo creo que en ese año que fui director, el interés de los lectores y de la redacción lo puse por encima del mío propio. Y estoy orgulloso de haberlo hecho.
¿Por qué es tan importante la defensa de esos principios?
Porque la gente confía o quiere confiar en los medios para que le contemos la verdad y para que le demos una información que le sirva para tomar decisiones que son relevantes en su vida. Y si rompemos esa confianza que nos dan, les estamos traicionando. Si uno cree en el periodismo como un motor de cambio en la sociedad, de renovación, tiene que mantener esos principios a costa de los perjuicios que eso pueda ocasionarle. Yo digo que si uno quiere elegir una profesión que no te enfrente a esas encrucijadas morales se puede hacer panadero y, en el barrio, salvo que pongas un precio abusivo, eres popular y puedes tener una relación estupenda con todo el mundo. Pero si te metes en el periodismo, bueno, pues vas a cabrear a gente y a gente poderosa y lo tienes que asumir y, si no, tienes que asumir otra profesión.

Hay dos cosas que me llaman especialmente la atención de tus reflexiones en el libro: una tiene que ver con tus esfuerzos por mejorar la calidad y el rigor del diario y acabar con prácticas poco éticas, como copiar textos sin citar a la fuente, etc. Este empeño, sin embargo, no se traduce de una manera llamativa en una mayor difusión, una mayor audiencia.
Los medios en España tienen un rigor que no se corresponde con una prensa de calidad de un país europeo, moderno, occidental y democrático. Estamos muy por debajo. Cosas que son de primero de periodismo sobre contraste de la información, fuentes, etc, no se cumplen. Y una de las grandes excusas que hemos puesto es que han recortado las plantillas a la mitad, que hacemos el doble de cosas y mucho más rápido ahora que tenemos también que hacer una web, y nos obligan a hacer mucha más cantidad… Y todo eso es cierto, y ha deteriorado mucho el periodismo, pero en realidad, muchos de esos defectos venían de antes. Cuando los periódicos ganaban una fortuna también tenían una relajación en los estándares deontológicos que hacía que se cometieran grandes errores. Yo hablo en el libro del 11M y la teoría de la conspiración como uno de los grandes errores de El Mundo, por ejemplo, pero también trato esas informaciones que resultan ser equivocadas simplemente porque no se ha hecho una llamada a la persona afectada. Y esto no es una cuestión solamente de El Mundo, esto es una cuestión que afecta en general a los medios de comunicación de este país. Y se sigue viendo a diario. Y es otra manera de romper la confianza con nuestros lectores. Ellos esperan que la información, una vez les ha llegado, antes haya sido preparada, que se haya contrastado, que haya sido rigurosa, y ahí es donde entra el trabajo de una redacción. Yo creo que es fundamental que volvamos a la esencia del periodismo. Por mucho que la tecnología esté evolucionando y nos esté dando nuevas oportunidades, las reglas básicas del buen periodismo no han cambiado: el contraste, la credibilidad, el rigor…
Sí, pero la reflexión es si esa búsqueda de la calidad luego tiene un reflejo en la sociedad. Como periodista, a veces tienes la sensación…
…De que la gente no exige esa calidad, y ese es uno de los problemas que tenemos. Yo en El Director, de hecho, tengo un capítulo que se llama El lector cabreado, que es muy crítico con los lectores también, porque es verdad que cuando uno es director de un periódico una de las cosas que le sorprende es que muchos lectores te dicen directamente: "No, a mí no me importa la verdad. A mí lo que me importa es que mi periódico le dé golpes informativos al contrario". Yo cuando publicaba informaciones de corrupción del Partido Popular, había lectores que eran votantes del Partido Popular que nos decían: "No, si a mí me da igual que eso sea verdad o no, yo lo que quiero es que le den a los rivales". Yo intentaba que el periódico no tuviera ideología, o que no fuera de partidos, sino que fuera un periódico de principios y que no mirara las siglas a la hora de informar, pero eso lo llevaban mal incluso algunos de los lectores más fieles. Por eso yo digo que un periodista tiene que tener el coraje no sólo de ir contra el poder económico y político, sino también contra los prejuicios de sus propios lectores.
La otra reflexión que me llama mucho la atención es que también pudiste comprobar en tu tiempo como director que El Mundo, como los demás grandes diarios, han perdido la influencia que solían tener o de la que sus directores solían presumir. ¿Hacia dónde crees que se ha trasladado esa influencia?
A mí los diarios tradicionales me recuerdan a la película de El Sexto Sentido. Están muertos pero no lo saben, en el sentido de que se siguen repitiendo a sí mismos lo influyentes que son, pero la gente no se despierta por la mañana diciendo "a ver qué viene hoy en 'El Mundo', 'El País' o el 'ABC'" como solía ser hace años, donde había un monopolio en la información y eran un pequeño grupo de medios los que influían en la política, en la vida diaria, en los temas de conversación… Eso ya no existe, es un mundo que ha pasado a mejor vida. Y lo que nos encontramos son periódicos que, precisamente por haber roto la confianza del lector, por haberse acercado demasiado al poder, han ido perdiendo influencia. Por eso hay unas caídas de la difusión en papel cercanas al 70% en estos diez años y te encuentras con periódicos muy disminuidos. Y luego hay una fragmentación de la información con la aparición de miles de portales de internet, con las redes sociales y el hecho de que haya personas, a lo mejor un Jordi Évole, con sus millones de seguidores en redes sociales tiene más influencia que un medio tradicional y esto es difícil de asumir pero es así. Pero los periódicos necesitan mantener la pretensión de que son muy influyentes al menos de cara al poder económico y político, porque luego viven de los favores que les hacen esos poderes. Si esos poderes descubren un día que el muerto en realidad está muerto, pues entonces no tendrán ningún interés en regarles de millones y favores para influir en lo que dicen.
También se trata en el libro el periodismo de trabuco, precisamente en relación a los nuevos medios digitales que han surgido, y cómo algunos utilizan directamente el chantaje para recibir ingresos económicos…
Ahí hemos tocado fondo. Cuando ya el periodismo ya no es que no es que no sea riguroso o que no se haga del todo bien, sino que se utiliza como medio de chantaje para amenazar a empresas e instituciones con informaciones negativas si no te pagan una cantidad en publicidad. Esto en el libro es lo que yo llamo la Cossa Nostra, el periodismo de trabuco. Y eso se sigue haciendo en este país. A mí lo que me gustaría es que los jueces lo investigaran y que se terminara con una práctica que denigra a todo el oficio y que los periodistas hemos comentado y en las redacciones se habla con absoluta naturalidad y que, sin embargo, la gente se lleva las manos a la cabeza cuando se publica en el libro y se hacen los sorprendidos, cuando en realidad lo sabíamos perfectamente todos.
Hay un caso paradigmático que es el de Eduardo Inda, que de ser un reportero de investigación riguroso, ahora utiliza su portal para generar polémica, incluso a partir de flagrantes mentiras. Y lo peor es que sigue en numerosas tertulias televisivas…
Bueno, yo creo que el periodismo espectáculo se ha impuesto al periodismo a secas y que el mundo de las tertulias ha creado una serie de personajes que tienen una gran audiencia y que a las cadenas de televisión les resulta muy rentable tener en antena. Yo cuando voy a las facultades siempre intento decirles a los periodistas que hay dos vías a tomar en el periodismo: una es la vía del espectáculo, de la tertulia gritona, del sensacionalismo, que te va a dar fama y dinero pero sólo a corto plazo y luego hay un camino más difícil y tortuoso que es el de construirte una marca personal a través de la credibilidad, del rigor, de la información y claro, a mí me gustaría que fuera el que tomaran y que no vieran un modelo en el camino más fácil. Pero es difícil, sobre todo por la precariedad que hay en ese camino más serio, porque ya no es que uno sea muy rentable y el otro sea medianamente rentable, es que muchas veces el tratar de ser un periodista serio en este país te lleva a la precariedad y a no poder vivir de tu oficio y tenemos un mercado laboral en el mundo del periodismo –también en otros, pero hablo del que conozco mejor- totalmente distorsionado en favor del peor periodismo.
El libro describe una manera de relacionarse el poder económico, político y mediático en España con ejemplos concretos detallados y entiendo que comprobables. En alguna entrevista has comentado que has dejado fuera del libro una cantidad de material como para escribir otro volumen, pero que no tienes datos con los que respaldarte de su publicación.
Bueno, una cosa que ha ocurrido desde que ha salido el libro es la cantidad de información que me están enviando periodistas de toda España contándome la situación en sus medios, las ataduras, los compromisos, los acuerdos con instituciones y con empresas… Entonces, me he dado cuenta de que me he quedado corto, de que en realidad la situación es mucho peor y, sobre todo, lo que me estoy dando cuenta del drama absoluto que es el periodismo en provincias, porque en Madrid al final tienes cierta protección, los medios grandes también tienen capacidad de decir que no en cierto modo porque a esos grandes intereses no les interesa romper del todo contigo. Pero sí tú eres un periódico local en una provincia de España donde el ayuntamiento o el gobierno autonómico reparten el dinero de la publicidad en función de que publiques lo que a ellos les da la gana y cuando no lo haces te matan económicamente y te ahogan, tanto las empresas como las instituciones, te obligan a cerrar. Entonces, la capacidad de hacer periodismo independiente en esos lugares es mínima y ahí es donde me estoy dando cuenta de que la situación es peor, y da no sólo para hacer un libro, sino varios libros del estado del periodismo en España.

El libro también tiene una cierta reflexión sobre la situación de las mujeres en las redacciones. Sobre todo me interesan dos cuestiones: la organización de la redacción (extremadamente masculina, aunque participen mujeres de ella), que daría para una larga conversación, y otra, los temas que se elige trabajar, la agenda. Hay muchos estudios que dicen que a las mujeres, por ejemplo, les interesan más los temas sociales, que tratan la desigualdad, el acceso a la vivienda, la situación de la sanidad, el medio ambiente etc, y que el periodismo de declaraciones políticas interesa más a los hombres. Según esto, la agenda la marcan claramente los hombres en los medios. Me gustaría conocer tu análisis como ex director de un gran medio sobre la jerarquía de la información y cómo se eligen los temas que son de interés.
Si los puestos de responsabilidad los ocupan hombres, el contenido lo eligen hombres y está hecho para hombres. Y esto es uno de los déficits que tiene el periodismo en este país, que es un contenido absolutamente masculino. En las redacciones hay bastante paridad en el número de redactoras, por ejemplo, lo que no hay es suficientes oportunidades para que esas redactoras lleguen a puestos de redactoras jefas, después a subdirectoras y por supuesto a directoras, que tenemos el caso de Soledad Gallego en El País que está muy bien que ocurra y otras directoras que han llegado arriba del todo, pero son pocos. Pero sí que en los puestos intermedios y altos de las redacciones se ve claramente que están ocupados por hombres en una mayoría abrumadora y esto tiene que cambiar para que ese contenido llegue. Yo creo que esta situación es como dispararse en un pie en los medios, porque al final lo que haces es renunciar a tener un contenido interesante para la mitad de la población es absurdo, si lo piensas. Llevar más paridad a los puestos de responsabilidad te va a llevar a hacer un producto que sea más atractivo no sólo para hombres, sino también para mujeres, y no estamos precisamente sobrados de lectores estos días. Pero ahí hay una generación de directivos de medios y periodistas de lo que yo llamo la aristocracia o la casta periodística que están muy bien instalados y que no tienen ningún interés en dar paso ni a la gente más joven ni a las mujeres.
¿Y cómo puede cambiar eso?
Bueno, ya ha mejorado respecto a lo que teníamos hace 30 años, es una lucha constante. No sólo en el periodismo, sino en todos los oficios. ¿Estamos donde deberíamos estar? No. ¿Estamos mejor que hace 30 años? Evidentemente. Es necesario seguir con esa pelea por aprovechar el talento femenino y darle las mismas oportunidades que a los hombres y ahí yo sí creo que hay un activismo y hay una conciencia y de hecho hay hombres en las redacciones y en los despachos y en otros ambientes que también se están aliando con las mujeres en esa lucha. Yo cuando fui director de El Mundo la única persona del staff que pude traerme de fuera fue una mujer y la hice directamente directora adjunta [Virginia Pérez Alonso, actual co-directora del diario Público]. Y cuando tuve que promocionar a una persona para redactor jefe elegí a una mujer. Y cuando uno lee el libro ve que se habla con admiración de varias mujeres que mostraron valentía, lealtad y un grandísimo trabajo. Al final, somos los hombres los primeros interesados en que esa paridad exista, en que esas oportunidades sean iguales, porque vamos a mejorar nuestro producto. Es que yo lo contrario lo veo absurdo, porque limitando ese contenido a algo que interesa sólo a los hombres, al final estás cavando tu propio fracaso. Es una cuestión de justicia, pero también es una cuestión pragmática de interés para el medio que las mujeres ocupen puestos de responsabilidad.
De acuerdo a tu experiencia como director, durante la presidencia de Mariano Rajoy se produjo el mayor ataque a la libertad de prensa de la historia de la democracia. ¿El poder ha perdido el pudor para transgredir los principios? Parece que se le ha perdido el respeto a las instituciones, en general… ¿Es un camino sin retorno?
No, yo creo que es un camino que se puede recuperar, pero no serviría de nada si confiáramos una mejora a personas concretas que puedan ser elegidas sin hacer las reformas legislativas e institucionales que refuercen y que hagan irreversible la mejora. Por ejemplo, en los medios públicos. Ya estamos acostumbrados a que cada vez que hay un cambio de gobierno, el Gobierno de turno, con el dinero de todos nosotros, se monte su gabinete de prensa y convierta los medios públicos en herramientas de propaganda a su servicio. Esto es un escándalo, porque están utilizando el dinero de todos los contribuyentes para manipular la información que les llega. No vale con confiar en que el próximo presidente tenga buena voluntad y se porte mejor con los medios, lo que hay que hacer es crear una legislación que garantice la independencia de los medios públicos y ahí es donde tenemos, en comparación con países como Francia, Reino Unido o EEUU, mucho trabajo por delante.
Y además parece que no hay en el panorama político actual mucha intención de cambiar esto…
Es que lo que se llama nueva política, que cada vez tenemos más claro que es la misma política de antes con otras caras, yo lo que me encontré en esa nueva”política es que sufren de la misma incomprensión hacia el papel que debe tener una prensa fuerte, independiente y libre en democracia. Y creo que en cuanto llegan a puestos de responsabilidad se les olvida todo lo que han prometido, se les olvida que esos medios públicos antes les estaban perjudicando y dicen "ahora me toca a mí y voy a aprovecharlos". Es una cortedad de miras tremenda, porque al final impide la regeneración tan necesaria de esos medios públicos, se coarta la libertad de esos periodistas para hacer su trabajo. Yo siempre digo que RTVE tiene periodistas como la copa de un pino, son gente profesional, con experiencia, buenísima, lo único que necesitan, y no es tan difícil, es que les dejen en paz. Con que no se metan ya vamos a tener una radio televisión pública de calidad, pero se empeñan en meterse. Los políticos se empeñan en decir a los periodistas cómo tienen que hacer su trabajo y eso debería estar férreamente garantizado en las leyes, que no puedan entrometerse.
No sé si consideras, en este sentido, que desde los medios se haya ayudado a difundir el odio partidista, si crees que son en parte responsables de esa exaltación del odio en relación a la situación de Cataluña, por ejemplo, pero no sólo en esto.
Sí, los medios han contribuido claramente y están contribuyendo a agrandar la brecha de esas dos Españas que han regresado con la misma fuerza e intolerancia de otras épocas. Tiene mucho que ver con el periodismo espectáculo, porque qué mayor espectáculo que una pelea. Tú coges a un grupo de periodistas y lo pones en una trinchera, coges a otro grupo de periodistas y lo pones en otra trinchera y los dejas ahí a que se pelen y es un formato que engancha. No estamos en un país para la neutralidad, ni para la independencia de criterio. Ese periodismo en el cual todo el mundo se define claramente por un bando, periódicos que se dedican, dicen ellos, a hacer investigación, pero sólo investigan al lado contrario, o periódicos que sorprendentemente jamás encuentran nada negativo que decir de un partido concreto, al final van contribuyendo a que haya esas dos Españas, a que no haya una transversalidad de principios y de ideas. Va en contra de la esencia misma del periodismo, que es estar en una posición de neutralidad o de independencia, y desde ahí, con un folio en blanco, tener una mirada abierta a unos y a otros. Y en el extremo absoluto de todo esto ya están los periodistas y medios que lo que fomentan directamente es el odio y que se dedican al insulto, a denigrar a cualquiera que no sostenga sus ideas. Yo creo que es un reflejo del país. La duda aquí es: ¿Es la española una sociedad sectaria que ha empujado a los medios al sectarismo o son los medios sectarios los que están empujando a la sociedad y abundando en esa brecha? Yo creo que las dos cosas son aplicables, que es verdad que España es todavía un país muy sectario y que los medios, por oportunismo, están fomentándolo porque creen que es lo que más les va a beneficiar.
Yo estoy convencido de que esa España, la de Vox y la de los independentistas, ya existía y ha existido siempre, lo que pasa es que ahora ha encontrado un vehículo para legitimar unas ideas que anteriormente se mantenían discretamente en el salón de casa y ahora de repente pueden votar a esas ideas sin que pase nada. Lo que pasa es que también hay que poner las cosas en contexto, en las últimas elecciones municipales y autonómicas Vox ha alcanzado un 6% de los votos.
A mí me parece demasiado.
Sí, pero si lo comparas con otros países europeos, sigue siendo una opción muy minoritaria. Yo sigo pensando, y a lo mejor soy un iluso, que la mayor parte de la gente está en la moderación, está en el centro, puede ser centro izquierda, puede ser centro derecha, pero no están en el extremo ni en el radicalismo. El problema es cuando ese centro más moderado calla y deja que todo el ruido y cedes todo el espacio a los extremistas, y entonces el extremismo va haciéndose cada vez con más y más y más espacio, y ahí es donde está el riesgo, cuando la mayoría silenciosa no reacciona ante los extremismos.

Volviendo a El Director, el libro tiene una lectura un poco novelesca, con una serie de personajes que viven una trama con su presentación, nudo y desenlace…
Sí, pero no lo cuentes, porque vas a hacer spoiler a los pobres lectores de la entrevista…
Vale, pues saltándome el desenlace, deja que te pregunte cómo ves, como lector, el diario El Mundo hoy, con la persona que ha quedado como director y que es uno de los personajes de su libro…
No me gusta el periódico para el que trabajé 20 años. Yo he dejado de ser lector de El Mundo. Me encantaría volver a leer El Mundo, porque creo que es un periódico necesario, que ha contribuido en muchos momentos de la democracia a regenerar el país y a denunciar los abusos del poder. Pero yo creo que el periódico que se está haciendo hoy es exactamente el mismo que a mí me pidieron que hiciera y que me negué a hacer.
Ha triunfado el mal...
Ha triunfado una manera de entender lo que tiene que ser El Mundo que es absolutamente contraria a la que yo sostenía y por eso se desprendieron de mí, para poder hacer ese periódico. Oye, yo le deseo que le vaya estupendo porque hay gente buenísima todavía en ese periódico y con muchísimo talento, pero no es el periódico que yo haría y no es un periódico que a mí me guste. Yo creo que El Mundo, en sus orígenes, fue un periódico de centro, apartado de las ideologías, que tenía columnistas que pensaban radicalmente opuesto, de izquierdas y de derechas, que hacía un periodismo combativo contra el poder sin mirar las siglas o quién estuviera detrás y que muchas de estas cosas se han perdido. Pero todo es reversible si tan sólo algunos elementos de esa empresa cayeran, especialmente los directivos que han empujado al periódico hacia un periodismo que yo creo que perjudica al propio periódico.
¿Crees que eso ocurrirá, que lo vas a ver como lector?
Voy a decirte una cosa todavía más optimista, algún día es probable que yo vuelva a escribir para ese periódico, pero no será hasta que gente que realmente cree en ese periódico vuelva a tomar el control y deje a la redacción explotar todo el talento que tiene. [Pausa]. Y esto no se lo he dicho a nadie hasta ahora.
Supongo que lo dices desde el dolor.
Absolutamente. Creo que se transmite en el libro. Yo le tengo mucho cariño al periódico, entré de becario, he trabajado 20 años en él. Nada me gustaría más que algún día poder volver a firmar en ese periódico. Yo tuve la posibilidad de seguir en el periódico cuando fui cesado, se me ofreció esa oportunidad, pero yo no podía seguir escribiendo para un periódico que había sido tomado por gente que no tiene los mismos principios que tengo yo.
Habría sido una cesión ante el cinismo.
Claro, y esto es importante. Volvería a escribir algún día para El Mundo si el periódico algún día recuperara sus principios originales.
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Los tres de… David Jiménez
-Tres películas o series: Cinema paradiso (Giuseppe Tornatore, 1988), El Padrino (Francis Ford Coppola, 1972), y Pulp Fiction (Quentin Tarantino, 1994).
-Tres programas de televisión: No veo la televisión. Hace mucho que no veo un telediario… Alguna vez veo un En Portada, pero en general me informo mucho más por la prensa, sobre todo, extranjera .
-Tres canciones u obras musicales: The River, de Bruce Springsteen, Where the streets have no name, de U2, y Creep, de Radiohead. Soy un clásico.
-Tres libros: El Quijote (Miguel de Cervantes), que no es solamente el libro que contiene a todos los demás libros, es que es el libro con el que más me he reído en mi vida, es puro entretenimiento; Guerra y Paz, de León Tolstói, que es una pesadilla de nombres y tienes que superar las cien primeras páginas, y Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez.
-Tres referentes: El hombre-tanque de Tiananmen, Nelson Mandela, y el Dalai Lama, a quien tuve la oportunidad de entrevistar en 2003 y desde entonces tengo gran admiración por él.
-Tres momentos históricos: El Descubrimiento de América, aunque los americanos dicen que no es un descubrimiento, que ellos ya se conocían, la Revolución francesa y la victoria aliada sobre Hitler.
-Tres lugares para visitar: Bután, que es el arranque de uno de mis libros, Bangkok, donde viví diez años, y Extremadura, el campo extremeño.
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Ángeles Castellano es periodista y miembro del equipo de redacción de Consumerismo.
*La foto de encabezamiento es de Christian González.