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FACUA.org - España - 29 de octubre de 2021

¿Crisis de los contenedores... o del capitalismo?

El capitalismo ofrece como respuesta a sus problemas el consumo. No parar de consumir, debemos seguir comprando sin fin o el sistema se derrumbará.

La llamada crisis de los contenedores está provocando el desabastecimiento a escala mundial de productos, con una mayor incidencia en las economías del llamado primer mundo que se resienten y muestran su inquietud ante las próximas e inminentes campañas comerciales del Black Friday y la Navidad. "Compra tus regalos con tiempo o no llegarán" o "la crisis de logística recomienda adelantar tus compras y hacerlo ya" son algunos mensajes que nos trasladan para tratar de explicarnos el problema y, ya de paso, ofrecernos la solución.

El capitalismo siempre te ofrece como respuesta a sus problemas consumir. No pares nunca de consumir, sigue comprando sin fin o el sistema se derrumbará. Si los problemas son la escasez y el desabastecimiento, anticípate y sé de los primeros. Como en el proverbio oriental del dedo y la luna, algunos solo miran el dedo.

El comercio mundial se caracteriza, entre otros rasgos, por la globalización, la interdependencia económica entre países, la superproducción y la deslocalización. Un comercio cuyo tráfico de mercancías se produce en aproximadamente un 90% por vía marítima y que en estos momentos experimenta fallas importantes por falta o escasez de espacio disponible para transportar productos de Asia a Occidente. Existen problemas en las cadenas de suministro de productos desde países productores como China, India, Vietnam y Bangladesh hacia América y Europa.

Esta escasez de contenedores, o al menos su falta allí donde se necesitan para la carga y transporte de las mercancías, se presenta como uno de los efectos colaterales de la pandemia, consecuencia de una demanda en alza tras las restricciones y un sistema de transporte y distribución de mercancías que no es capaz de abastecerla.

El cierre temporal al tráfico de algunos puertos asiáticos, el descenso del flujo marítimo en los momentos más duros de la crisis sanitaria por la Covid-19 y la disminución del ritmo de producción en algunos países -no solo por la pandemia sino también por la crisis energética existente- ha mermado la capacidad logística de un sistema comercial globalizado que además debe dar respuesta a un incremento de la venta online, a la progresiva recuperación económica de los países más desarrollados y a un aumento de la demanda vinculada también a fenómenos de acaparación por "miedo" a la escasez.

Todos estos factores, entre otros, están provocando auténticos cuellos de botellas en el flujo de las mercancías, con algunos puertos sin capacidad para gestionar todas las que arriban y con dificultades de distribución posterior. Las consecuencias de ello son el desabastecimiento de productos, pero también un enorme incremento de los precios de los fletes que provoca una subida de precios de los productos y que puede ahondar la crisis económica, la pobreza y la desigualdad a escala mundial.

La pandemia ha puesto en evidencia y recrudecido los riesgos de la globalización, riesgos que se han generado no solo en el ámbito sanitario sino también en el ámbito del acceso a bienes y servicios y que traen causa fundamentalmente en el modelo económico y comercial imperante. La pandemia ha venido a resaltar la fragilidad de un sistema económico mundial basado exclusivamente en la superproducción, el consumismo y la concentración del poder, pero también de la desigualdad.

La crisis de los contenedores no es solo una crisis vinculada a una pandemia, es también una crisis de modelo que deja ver las debilidades de un sistema comercial que apuesta por la deslocalización, el exceso de producción, el consumismo y la especulación. Es una crisis del capitalismo, de un modelo económico neoliberal que esquilma los recursos, que superproduce sin tener en consideración la sostenibilidad social, económica y medioambiental de los pueblos. Las crisis sanitaria, climática, energética, logística…nos muestran distintas caras de las economías capitalistas actuales y el imperialismo comercial.

El modelo económico imperante se basa en la superproducción y un consumismo sin límite, depredador de recursos. Los problemas ocasionados por este modo de producción y consumo cada vez son más graves: la creciente pobreza mundial, la explotación laboral, la marginación de grandes grupos de población, la contaminación del medio, el calentamiento global del planeta, los desastres naturales, los nuevos problemas de salud, etc.

El comercio mundial no es neutral, es un instrumento al servicio de ese modelo económico que está sirviendo para generar cada vez más diferencias entre los países pobres y los ricos. El comercio, motor para el desarrollo de civilizaciones, puede servir para construir o destruir, puede ser un medio generador de grandes desigualdades, pero también puede llegar a ser también un medio para el reparto de la riqueza y para esto es preciso defender un comercio justo y sostenible.

El problema al que debemos dar respuesta no es si tendremos que adelantar la compra de los regalos de Navidad o si celebraremos como disciplinados consumistas el Black Friday. Debemos empezar a mirar la luna y entender que el problema al que nos enfrentamos es el profundo deterioro ecológico, la crisis social y económica y el incremento de las desigualdades, y que tenemos que ajustar los niveles de consumo a necesidades reales, optar por productos elaborados de manera respetuosa con sus trabajadores y trabajadoras -priorizando sus derechos-, reducir nuestra huella ecológica, respetar el medio ambiente y hace un uso sostenible de los recursos naturales.

Corresponde plantear una revisión del modelo comercial, apostando por un consumo sostenible, la integración y la disminución de las desigualdades de las personas y los pueblos, primando la proximidad sobre la lejanía y el comercio justo e inclusivo sobre el imperialismo económico.

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Olga Ruiz Legido es la presidenta de FACUA.